Este 2024 se perfila como un año crucial en la historia democrática global. Más de la mitad de la población mundial está convocada a votar en 77 países, representando un reto sin precedentes para la democracia (bit.ly/47xmuOC).

En América, el escenario electoral resplandece con seis elecciones presidenciales y dos regionales: Brasil y Chile. Es imposible ignorar la influencia de la elección presidencial en Estados Unidos, programada para noviembre, cuya repercusión es determinante a nivel mundial y particularmente en México, donde nuestro país ha sido objeto de controversias, acusaciones, exageraciones y claras falsedades.

Sin embargo, es en México donde las expectativas llegan a su punto más alto. El 2 de junio, los ciudadanos podrían elegir a la primera presidenta del país, un acontecimiento que promete redefinir no solo el futuro de la nación, sino también mandar un mensaje contundente a toda la región.

Los procesos electorales en América enfrentan cuatro grandes desafíos: la polarización, el populismo, la pérdida de confianza y la desinformación. Aunque no son fenómenos nuevos, han cobrado una dimensión alarmante en la era moderna. En este contexto, la disyuntiva entre “cambio o continuidad” se torna crucial, especialmente en un panorama alterado significativamente por la pandemia.

Un dilema central en las elecciones de este año es la elección entre libertad e igualdad. Mientras en Estados Unidos y otros países americanos prevalece la libertad, en Latinoamérica, según la Encuesta Mundial de Valores, hay una inclinación a favor de la igualdad, sobre todo en países como Bolivia, Brasil, Chile y Perú.

Es notorio que la misma encuesta revela que 72% de los latinoamericanos desconfía de las elecciones, 71% de la prensa, y que 60% estaría de acuerdo con ser gobernado por un líder fuerte que no dependa de congresos ni elecciones.

En México, la elección presidencial de 2024 se proyecta como un punto de referencia esencial en este debate (bit.ly/3tRh5Eb).

Por un lado, está Claudia Sheinbaum, candidata del oficialismo, proponiendo un modelo gubernamental centrado en la redistribución de la riqueza y el fortalecimiento del poder presidencial. Por otro lado, Xóchilt Gálvez, de la coalición opositora, defiende la importancia de mantener los contrapesos institucionales.

La popularidad del presidente López Obrador podría tener un papel decisivo en el resultado, de acuerdo con tendencias históricas y encuestas recientes.

El impacto de la desinformación y las tecnologías emergentes, como los deep fakes, en las elecciones son un reto creciente que no puede ser ignorado. Estas herramientas, amplificadas por la inteligencia artificial, amenazan la integridad de los procesos democráticos.

A pesar de estos desafíos, la democracia en América ha demostrado su capacidad de resistir y adaptarse. La educación y el acceso a información fiable son esenciales para combatir la desinformación y fortalecer la democracia.

En conclusión, 2024 se presenta como un año lleno de incertidumbre, pero también de esperanza para la democracia en América. México, en particular, enfrenta una elección que no solo determinará su futuro inmediato, sino que también podría influir significativamente en el equilibrio político de la región. La democracia encara retos, pero igualmente, grandes oportunidades.