Mientras el Presidente anunció que el país volverá a la normalidad de forma gradual a partir del 17 de mayo, el país sigue debatiéndose entre la información oficial que brinda, diariamente, un personaje empoderado y mediático, como lo es el Subsecretario Hugo López Gatell, y las noticias cotidianas que hablan de hospitales saturados y personal médico que ha sido enviado a la primera línea de batalla sin los insumos indispensables para protegerse del contagio.

Hemos escuchado a diversos expertos criticar las insuficiencias del Modelo Centinela que ha sido el instrumento que ha adoptado México para el seguimiento y control de la pandemia, y reclamar que se hagan más pruebas, porque esa ha sido la clave del éxito de países como Alemania y Corea del Sur, mientras crecen las dudas sobre la veracidad de las cifras oficiales.

En esta entrega quisiera compartir con ustedes inquietudes sobre cuáles serán los escenarios postpandemia que se avizoran en México, a partir de dos hechos eminentes:

1) La reapertura de las actividades no será sencilla.

De acuerdo con López Gatell se registrará el pico más alto de la pandemia este viernes 8 de mayo mientras que los contagios masivos continuarán por tres semanas más.

Estados Unidos ya presiona para que se reabra la industria automotriz y aeroespacial a partir del día 14 del presente, por la importancia que la primera tiene para sus cadenas y de valor y, la segunda, para su seguridad nacional.

Esto implica echar a andar los grandes complejos industriales ubicados en nuestro estado y estados como Coahuila, Guanajuato, Querétaro y la frontera norte. ¿Cómo se van a organizar los procesos productivos basados en enormes cadenas de montaje para cuidar la salud de los trabajadores?

Esta es una decisión que no podemos dejar solo en manos de López Gatell, porque estamos hablando de armar un sofisticado mecanismo de coordinación entre el sector empresarial, un conglomerado de dependencias (Salud, Trabajo y Previsión Social, Economía, Hacienda), los sindicatos de trabajadores y las autoridades estatales y municipales.

Con la impericia y falta de visión que ha mostrado el gobierno federal, no lo veo liderando esta tarea, muy delicada sin duda, porque lo que está en juego es no sólo la reactivación económica y la movilidad social sino, también, la vida de miles de mexicanos.

2) La crisis económica tendrá una dimensión nunca antes vista.

El Presidente López Obrador se congratuló, recientemente, de que la caída del PIB no haya sido tan severa durante el primer trimestre de este año (-1.6%).

Y es que lo peor está por venir, porque el mayor impacto del apagón se ubicará en el segundo trimestre. De acuerdo con los pronósticos de analistas consultados por el Banco de México, la actividad económica se hundirá 14% entre abril y junio.

Si por cada punto porcentual de caída del PIB se pierden aproximadamente 275 mil empleos, estaríamos hablando de que están en riesgo de desaparecer casi 3.8 millones de plazas laborales. Un desastre.

Y ante este panorama, el gobierno de la 4T solo ofrece mini créditos de 25 mil pesos a empresas registradas en un opaco Censo del Bienestar, mientras rechaza, una y otra vez, las propuestas de impulsar mecanismos más agresivos de protección de la planta productiva y el empleo.

No solo eso. El Presidente condenó abiertamente el acuerdo entre el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) y BID Invest, que busca financiar con 12 mil millones de dólares a Pymes que presten servicios a grandes compañías, de tal forma que sigan en funcionamiento las cadenas productivas, aún y cuando esto no involucra endeudamiento público.

El Consejo Coordinador Empresarial convocó a una Conferencia Nacional para la Recuperación Económica en la que participaron investigadores, académicos, líderes políticos, legisladores y gobernadores, y de la cual emergieron 68 propuestas, entre otras, instalar un Consejo de Emergencia Económica de carácter plural que permita coordinar las acciones para la reactivación.

Se trata de un último y desesperado esfuerzo de los empresarios por hacerse oír de parte de un Presidente que desdeña el esfuerzo emprendedor y considera que todo inversionista es un potencial enemigo de su proyecto.

Es altísimamente probable que AMLO pase por alto estas propuestas, pero con eso solo estará fortaleciendo la animadversión de un sector poderoso y necesario para el país.

Sin inversión privada no habrá empleos, recuperación y crecimiento, y sin estos, no habrá Cuarta Transformación. Así de sencillo.