Un fenómeno en aumento y preocupante es el crecimiento de las noticias falsas en las redes sociales y en las noticias en general, muchas de ellas mentiras que buscan manipular. Pero llama la atención otras informaciones falsas divulgadas por cientos de miles de personas no tienen causas aparentes, ni conciencia del daño que pueden causar.

La pregunta de por qué mentimos es una cuestión intrigante. A menudo, nos encontramos en situaciones en las que la mentira parece ser una opción tentadora. Pero, más allá de las circunstancias que nos llevan a engañar, ¿alguna vez te has preguntado por qué lo hacemos?

En el debate sobre las mentiras, hemos clasificado las situaciones en diferentes categorías, como las mentiras en momentos delicados, relacionadas con la salud o aquellas que buscan sorprender a alguien. Sin embargo, ¿qué impulsa realmente a las personas a mentir?

Por un lado, existen individuos para quienes la mentira parece ser su principal forma de comunicación. Esto se considera un trastorno psicológico llamado mitomanía o pseudología fantástica. Pero también hay quienes mienten por conveniencia o de manera espontánea.

La razón principal detrás de la deshonestidad humana es que “mentir es una táctica social muy efectiva”, según Robert Feldman, un experto en psicología (https://bit.ly/3sr0Qxa). Según él, las expectativas iniciales en una interacción social son que se está diciendo la verdad, y las mentiras se utilizan para mantener las apariencias, evitar herir sentimientos, impresionar a otros, eludir responsabilidades y ocultar malas acciones.

Las razones para mentir son variadas, y a menudo se utilizan como un “lubricante social”. Estudios realizados por la psicóloga investigadora Bella DePaulo muestran que tanto hombres como mujeres mienten en aproximadamente una quinta parte de sus interacciones sociales que duran más de diez minutos. Además, las mujeres tienden a usar mentiras altruistas para evitar herir los sentimientos de otras personas, mientras que los hombres son más propensos a mentir sobre sí mismos.

Cuando mentimos, nuestro cerebro trabaja a toda máquina. La motivación para mentir puede aumentar cuando nos resulta difícil establecer límites en nuestra vida personal o profesional. En tales casos, es importante preguntarse cuál sería el peor resultado si decidiéramos decir la verdad.

Estudios sugieren que el cerebro humano tiende a buscar quedar bien en lugar de buscar la verdad. Nuestro cerebro actúa como un “intérprete” que constantemente encuentra razones para nuestras acciones (https://bit.ly/3MxpQcO). Sin embargo, no le importa si estas interpretaciones son verdaderas o no; simplemente busca que sean satisfactorias y aparentemente convincentes.

Nuestro cerebro está diseñado para ser hipersocial, ya que evolucionó para enfrentar los desafíos de vivir en sociedad. En este contexto, tomar decisiones rápidas y automáticas, sin ser plenamente conscientes de todas las razones, es común. Si nuestras acciones son cuestionadas, el intérprete del cerebro entra en acción para preservar nuestra autoestima, a menudo inventando explicaciones que parecen razonables, aunque no sean ciertas.

En última instancia, el cerebro humano busca quedar satisfecho con explicaciones creíbles, en lugar de la verdad absoluta. Nuestro razonamiento se ha desarrollado no para encontrar la verdad, sino para persuadir a otros de que estamos en lo correcto. Esto se debe a que la supervivencia en una sociedad con muchas interacciones requiere decisiones rápidas y justificaciones satisfactorias, incluso si no son siempre ciertas.

La autoestima y la impresión social son cruciales en esta ecuación, y el cerebro humano está diseñado para priorizar estos aspectos sobre la verdad en muchas ocasiones. Al parecer es cierta la broma de ¨mentir para convivir¨.