México vive el mejor momento demográfico de su historia. Los jóvenes en este gran país son ya una realidad y también nuestra mejor promesa. Hoy, 2 de cada 10 mexicanos tiene entre 15 y 24 años.
Son la tercera parte de la Población Económicamente Activa en México. Representan ya el grupo con mayor participación de la fuerza laboral del país.
Por otra parte, de acuerdo con la Encuesta Mundial de Valores, entre los jóvenes mexicanos hay una mentalidad cada vez más abierta al cambio y una conciencia cada vez más clara de los retos.
Los jóvenes están preocupados por el medio ambiente. 9 de cada 10 considera que el calentamiento global es un problema serio o muy serio. 6 consideran, incluso, que es preferible proteger la naturaleza que impulsar el crecimiento económico.
En tanto, 54% de los jóvenes mexicanos opina que el principal problemas de México es que haya tanta gente viviendo con pobreza y carencias. Ellos quieren una sociedad igualitaria, no se resignan ante la injusticia.
Los cambios culturales, políticos y tecnológicos han dotado a estos jóvenes de una renovada mentalidad. Gracias al creciente acceso a la instrucción escolar estamos frente a la generación más educada en la historia del país. De jóvenes cuya cultura política y valores los inclinan hacia la construcción de una sociedad abierta, plural y democrática.
Los espacios creados por el Internet le han dado voz a millones de estos jóvenes cuyo escepticismo con respecto a la democracia formal y la rigidez de la política, los ha llevado a buscar nuevos y más efectivos canales de expresión y comunicación y capacidad de decisión en los temas públicos, y los han encontrado precisamente en las redes sociales.
Este potencial de los jóvenes, esta enorme acumulación de entusiasmo, saberes y tecnología para provocar el cambio, corre el riesgo de quedarse sólo en una promesa, si no logramos que los jóvenes entiendan su papel, y si no conseguimos, también, superar el creciente predominio de una cultura que privilegia el individualismo, el éxito personal sobre el interés colectivo.
La palabra clave es innovar; innovar con responsabilidad social. De nada sirve la educación si no se aplica con un sentido de transformación social.
A más de la mitad de los jóvenes mexicanos les preocupa la pobreza extrema, el hambre y la desnutrición. ¿Cómo traducir esta conciencia, este sentimiento de preocupación, en acción para cambiar este mundo injusto?
La respuesta es: innovando y emprendiendo con un sentido social, para humanizar el conocimiento, la tecnología, el saber; para trabajar con una visión donde el ser humano, su bienestar, sus libertades y sus derechos, sean el motor fundamental.
Un ejemplo es la iniciativa presentada a través de un blog en la Harvard Business Review para crear una casa modular de 300 dólares, con objeto de dotar a los más pobres de una vivienda habitable. Este inspirador reto ha producido miles ideas transformadoras que se acercan cada vez más a la meta.
Es momento que los jóvenes asuman un liderazgo transformador con su talento y su sentido emprendedor. La educación es fuente de movilidad social, es un privilegio, pero también una responsabilidad con los otros, con los que menos tienen.
México, mañana, será tan justo y tan democrático, a la medida de la acción transformadora de sus jóvenes. Espero que acepten el papel que le toca a su generación: la más educada, la más equipada con conocimientos y tecnología, y a la vez la más crítica y más innovadora que haya tenido jamás el país.
Sólo así México será mejor.