Frente al descenso de la democracia en el mundo y el ascenso de los movimiento autoritarios y populistas, el uso del discurso basado en las emociones se está convirtiendo en la principal arma del convencimiento electoral en este cambio.

De acuerdo con la evidencia, los líderes mesiánicos y autoritarios, y los partidos populistas, están usando entre sus principales estrategias de comunicación el “lenguaje fuertemente emocional con el objetivo de convencer y seducir a los electores” (bit.ly/413LXvH). A ello hay que sumarle el uso intensivo del mundo digital y las redes sociales como medio de contacto directo, sin intermediación y personal con las audiencias de su interés.

El mensaje que manejan en su comunicación es simple y claro: hay dos bandos “una élite alejada del mundo” y, por otro lado, “un pueblo anclado en la realidad”. Estas nuevas prácticas alimentan un proceso de identidad social que favorece el “apoyo emocional a los valores nacionalistas que portan determinadas formaciones políticas”.

La fórmula es poner “el énfasis en los valores compartidos, combinado con la viralidad de las nuevas tecnologías de la información, para crear comunidades morales imaginarias populistas. Estas, apoyándose en referentes simbólicos y afectos, pretenden borrar las diferencias dentro del grupo y centrarse en intereses y objetivos comunes”. Una manipulación calculada.

“Las emociones se convierten en una herramienta de movilización, a través de la estigmatización o deslegitimación de ciertos grupos minoritarios. El objetivo es construir lógicas de exclusión. Esta manipulación bélico-ideológica exacerba los temores y, al dividir el espacio político, alimenta una radicalización en el espacio público y mediático favorable al populismo”.

El uso deliberado del plano emocional sirve para generar más molestias por la falta de resultados de la democracia, los sistemas tradicionales de partidos políticos y los modelos de participación ciudadana. Con las emociones se “pretende explotar el descontento social y el resentimiento de las poblaciones desclasadas (principalmente las clases medias) por las dificultades económicas. Los discursos de las formaciones populistas se basan en ataques destinados a desacreditar el funcionamiento de las instituciones y a designar chivos expiatorios”.

El uso de un vocabulario ad hoc es fundamental. “El vocabulario afectivo se plasma en la retórica anti élites y en el uso de diatribas destinadas a alimentar el resentimiento de la población hacia esas élites. Además, los dispositivos emocionales utilizados buscan promover formas de identificación colectiva proponiendo una visión maniquea de la sociedad. El objetivo es transcribir un sentimiento de indignación hacia el sistema de partidos tradicional que, según este argumento, ya no parece responder a las expectativas de la sociedad.

“Destaca el uso de un lenguaje sencillo y muy a menudo binario que opone un ‘ellos’ (la élite) a un ‘nosotros’ (el pueblo), así como un rechazo de la complejidad.

“En el contexto actual de incertidumbre política, social y económica, las emociones son una herramienta esencial de comunicación política para las formaciones autoritarias y populistas. El estudio de estos mecanismos abre nuevas perspectivas para analizar no solo las estrategias aplicadas y su impacto electoral, sino también los elementos que subyacen a la construcción de un discurso identitario”.

Vivimos momentos complejos de cambios políticos en ocasiones irracionales. Debemos de reflexionar y analizar con cuidado lo que sucede. Todo parece ser parte de una estrategia perfectamente diseñada para conquistar y controlar el poder usando las frustraciones por la falta de resultados y los niveles de corrupción y desigualdad existentes. Lo preocupante es que el uso de estos elementos no es para solucionar las causas y corregirlas. En muchas ocasiones terminan ser peor el remedio que la enfermedad.