“La desigualdad se refiere a la distribución desproporcionada de recursos, oportunidades y privilegios entre diferentes personas o grupos en una sociedad. Puede manifestarse en diferentes formas, como desigualdad económica, desigualdad de género, desigualdad racial, entre otras.
La desigualdad puede tener un gran impacto en la sociedad, ya que puede conducir a la exclusión social, la pobreza, la discriminación y la falta de oportunidades para ciertos grupos de personas. También puede crear tensiones sociales y políticas, y puede tener efectos negativos en la salud y el bienestar de las personas” (https://chat.openai.com).
La desiguladad no es un fenómeno nuevo, es parte de la historia del hombre. Pero en tiempos donde los adelantos científicos y tecnológicos han logrado incrementar de manera exponencial la producción de bienes y servicios, su crecimiento es un tema vergonzoso que atenta contra la cohesión social, las democracias y el ejercicio de las mínimas libertades, alienta la confrontación social y la polarización.
Los datos de la actual desigualdad son muy preocupantes. Hago referencia a un reciente informe presentado por Oxfam (https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621477/bp-survival-of-the-richest-160123-es.pdf), un movimiento global sin fines de lucro formado por organizaciones y expertos que trabajan para combatir la desigualdad, la pobreza y la injusticia. Trabajan a nivel local, como en México, como en lo global.
“Desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo, casi el doble que el 99% restante. La fortuna de los milmillonarios (personas cuyo patrimonio neto supera los mil millones de dólares) aumenta en 2,700 millones de dólares cada día, mientras que los salarios de al menos 1,700 millones de trabajadoras y trabajadores crecen por debajo de la inflación.
En 2022, las empresas energéticas y de alimentación duplicaron con creces sus beneficios, distribuyendo 257,000 millones de dólares en dividendos a sus ricos accionistas; todo ello mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche”.
Además, los más ricos del mundo son quienes más atentan con el equilibrio climático. “Los más adinerados son quienes están provocando en mayor medida el colapso climático: en promedio, un milmillonario emite un millón de veces más carbono que una persona común. Estas personas son dos veces más susceptibles de invertir en industrias contaminantes, como los combustibles fósiles, que los inversionistas promedio”.
Los milmillonarios poco aportan a los gastos de la sociedad. “Por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan solo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza, y la mitad de los milmillonarios del mundo vive en países donde no se aplica ningún impuesto de sucesiones a la riqueza que heredan sus descendientes”.
“La mitad de los milmillonarios del mundo vive en países que carecen de dicho impuesto, por lo que la próxima generación de súper ricos heredará cinco billones de dólares libres de impuestos; una suma que supera con creces el PIB de todos los países africanos juntos. Una nueva y poderosa aristocracia que no rinde cuentas se está gestando ante nuestros propios ojos”.
Este informe exhibe a los hombres más ricos del mundo. “Elon Musk tributa a un ‘tipo impositivo real’ del 3.2%, mientras que Jeff Bezos, otro de los milmillonarios más ricos, lo hace a menos de 1%. En cambio, Aber Christine, una de las mujeres con las que Oxfam colabora en Uganda y que se gana la vida comerciando en el mercado, paga en impuestos 40% de lo que logra vender”.
Por eso Oxfam propone darle prioridad, al igual que acabar con la pobreza extrema en el mundo, reducir de manera significativa el número de milmillonarios.
¿Qué propone Oxfam? Utilizar la política fiscal para reducir el número de milmillonarios y apoyar con esos recursos a millones de personas a salir de la pobreza y romper las barreras de la desigualdad.
“Si se aplicara un impuesto a la riqueza de hasta 5% a los multimillonarios y milmillonarios podrían recaudarse 1.7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría a 2,000 millones de personas salir de la pobreza, además de financiar un plan mundial para acabar con el hambre”.
También sugiere que estas medidas fiscales estén acompañadas de cambios para romper los obstáculos para una verdadera igualdad de oportunidades, como en la legislación laboral para evitar la concentración de recursos y las grandes diferencias salariales.
“Oxfam considera que, de manera general, deberíamos aspirar de aquí a 2030 a reducir a la mitad el número de milmillonarios existentes y la enorme concentración de su riqueza elevando la presión fiscal sobre el 1% más rico, junto con otras políticas”.
Y van más profundo. “A la larga, deberíamos incluso aspirar a ir más allá y plantearnos cómo sería posible evitar la proliferación de milmillonarios, en el marco de una distribución más justa y racional de la riqueza global”.
Interesante planteamiento de Oxfam, que vale la pena reflexionar. El futuro se dificulta seriamente si seguimos con los actuales niveles de desigualdad. Es tiempo de hacer algo.