En un texto clásico, “Política para Amador”, de Fernando Savater, una pedagogía sobre los principios de la democracia explicados a su hijo, del gran filósofo español, éste le describía la democracia como un régimen político que no tiene mucha complicación. Simplemente consiste en un sistema de gobierno donde los ciudadanos mandan, deciden los asuntos públicos y auscultan, permanentemente, la manera como se ejerce el poder.
Creo que deberíamos retornar a estos principios básicos para entender lo que pasa en México para comprender nuestro “mal humor social”, con ciudadanos que se sienten profundamente decepcionados de las instituciones emblemáticas de la democracia: los congresos, los partidos políticos, los gobiernos electos bajo el principio del voto popular. La corrupción, las vastas zonas de opacidad que persisten en el quehacer de la clase gobernante, la ineficacia en la instrumentación de las políticas públicas, la percepción de que lo que hacen las autoridades no incide en el bienestar del ciudadano de a pie, deslavan la legitimidad política y social.
Como lo señalé en una colaboración anterior, es el tiempo de los “votantes indignados”, que se consideran excluidos de las oportunidades de bienestar que ha generado el sistema. Esa percepción se traduce en un rechazo al sistema económico y político.
Recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) publicó el estudio “Gobiernos que sirven”, que nos remite a la necesidad de mejorar la prestación de servicios públicos de los gobiernos para recuperar la confianza ciudadana.
Y los servicios públicos son todo: son el punto de conexión con las necesidades de la gente, revelan la capacidad de los políticos para gestionar el aparato público, muestran la pericia y sensibilidad de los gobernantes.
De acuerdo con el estudio del BID, los ciudadanos, vía el pago de impuestos, aportan recursos crecientes para el funcionamiento de sus gobiernos con la esperanza de que recibirán, a cambio, servicios públicos a la altura de sus necesidades, pero esto no sucede.
Si atendemos a la encuesta Latinobarómetro, 71% de los factores asociados a la pérdida de confianza gubernamental está relacionado con la mala prestación de los servicios públicos por los gobiernos. Me parece un dato contundente que nos permite identificar áreas de oportunidad para reducir el molestar social contra los gobiernos.
Ello conduce a algo que el BID apunta, y con lo que no podría estar más de acuerdo: los ciudadanos, hoy, demandan una nueva relación con sus gobiernos, donde puedan opinar, proponer y participar en la prestación de servicios públicos de mayor calidad, oportunidad y a menor costo.
¿Queremos legitimidad institucional y política? Pues démosle voz y capacidad de decisión a los ciudadanos. Por desgracia, los canales de interlocución gobierno-sociedad están rotos o simplemente no existen.
En los servicios públicos, señala el BID, existe una gran oportunidad para cambiar la tendencia de la pérdida de confianza en los gobiernos. Se trata de mejorar la calidad, oportunidad y rentabilidad social de la prestación de los servicios públicos por medio del uso de la tecnología, y con ello recuperar la confianza ciudadana, bajar los gastos públicos y elevar la competitividad.
Corea del Sur desarrolló un portal de servicios públicos denominado Minwon24, que ofrece servicios a sus ciudadanos las 24 horas del día los 365 días del año. Ofrece desde créditos hipotecarios, transacciones bancarias y gestión de becas privadas hasta el pago de impuestos, gestión de documentos públicos certificados y licencias de conducir.
Otro caso exitoso es Chile Atiende, una plataforma que permite a los ciudadanos acceder a información relacionada con trámites, servicios y programas gubernamentales. Da respuesta a través del canal que demande el ciudadano: computadora, celular, teléfono, redes sociales y de manera presencial.
Las crisis son también oportunidades. Los cuestionamientos a la capacidad del gobierno mexicano de proveer servicios con oportunidad y calidad, sumados a la crisis presupuestal, generan una enorme irritación social. Es momento de lanzar una estrategia ambiciosa e integral de servicios digitales de gobierno. Es tiempo ya de pasar de la protesta y ponernos a trabajar en las soluciones. La tecnología puede ayudar a recuperar la confianza en los gobiernos.