El Internet permea todos los terrenos de nuestra vida cotidiana, pública, económica y social, y su accesibilidad para la población en su conjunto es un asunto de creciente importancia para la formación de capital humano, el uso de servicios de gobierno digital, el derecho a la información y la participación ciudadana en los asuntos públicos, entre muchos otros aspectos.
El grado de desarrollo de un país se mide, cada vez más, por el nivel de alcance que tiene una sociedad a las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Es por ello que las Naciones Unidas consideran el acceso al Internet como un derecho humano de tercera generación.
La Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2015 del INEGI, (ENDUTIH), nos brinda una radiografía precisa de dónde estamos ubicados en la materia.
El estudio revela que 39% de los hogares mexicanos a nivel nacional cuenta con una red de banda ancha para navegar por Internet. En 2001, sólo 6.2% tenía acceso, en 2010 la cifra era de 22.2%, lo que significa que estamos ante un crecimiento expansivo.
Sin embargo, nos vemos obligados a moderar nuestro entusiasmo cuando nos comparamos con el resto de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que México pertenece. De las 34 naciones que integran el organismo, México figura en el fondo de una lista donde los líderes -Corea, Holanda, Dinamarca, Suecia y Noruega- tienen un grado de penetración de Internet en más del 90% de sus hogares. Tres veces más.
La reforma en telecomunicaciones impulsada por el actual gobierno, contribuyó básicamente a democratizar el acceso a los servicios de telefonía móvil, pero dejo prácticamente intacto el mercado de Internet de banda ancha. La promesa implícita en dicha reforma de abaratar radicalmente los costos y de crear redes públicas de acceso, no se ha cumplido.
El estudio del INEGI da cuenta de enormes disparidades regionales: mientras en entidades como el Distrito Federal, Nuevo León, Baja California Sur y Sonora, el porcentaje de hogares con conexión a Internet es de casi 60%, en Guerrero, Oaxaca y Chiapas (donde se concentran los mayores niveles de pobreza) el alcance es de apenas 20%. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, sólo 1.5% de los hogares más pobres tienen acceso a Internet, los más ricos 73.1%. ¿Cómo corregir estas asimetrías, cómo cerrar la brecha digital, cómo abrir el futuro a todos?
Los casos de Sonora y Hermosillo sobresalen en el contexto nacional. Sonora es el tercer estado con más computadoras y más conexiones a Intentet por hogares. Hermosillo es el primer lugar nacional en conexiones y el segundo en computadoras por hogares: 7 de cada 10 hermosillenses disfrutan del acceso a Internet. Y otro fantástico dato: 9 de cada 10 sonorenses disfrutan de los beneficios de la telefonía celular. Son datos que deben incentivar a nuestras autoridades a aprovechar los avances y convertir el acceso al Internet en una fuente de competitividad y de desarrollo.
Seguimos enfrentados a la falta de una política pública en la materia y la incomprensión de las instancias gubernamentales de la importancia del tema tecnológico y su fuerza para lograr, por medio de la inclusión digital, la incorporación a las oportunidades de los mexicanos que menos tienen, especialmente los niños y los jóvenes.
Los proyectos de gobierno digital, de expansión del derecho a la educación y la salud, de inclusión financiera, de fiscalización ciudadana del ejercicio del poder para abatir la corrupción, la impunidad y la inseguridad, de construcción de mejores representaciones públicas, quedarán truncados si no resolvemos estos pendientes. Es una tarea básica del Estado, pero también de las empresas privadas del sector de las telecomunicaciones y, por supuesto, de nosotros, los ciudadanos, para hacer de la tecnología la posibilidad de hacer de México un lugar donde valga la pena vivir y crecer.