Recurro al título de una vieja película para ilustrar lo que está sucediendo con el gobierno de Peña Nieto y su equipo. Se acaba de publicar la Encuesta de Consulta Mitosfky (http://consulta.mx/web/index.php/estudios-e-investigaciones/evaluacion-de-gobierno/271-epnevaluacion), que evalúa el sexto trimestre del gobierno de Peña Nieto (corte a mayo de 2014). El estudio confirma la tendencia a la baja en la aprobación al actual mandatario.

Comparado con los cuatro presidentes anteriores, al mismo corte de tiempo, el nivel de aprobación para Salinas de Gortari  fue de 75% (producto del importante consenso hacia el Programa Nacional de Solidaridad), Ernesto Zedillo 34% (resultado de la profunda crisis de 1994), Vicente Fox 63%, Felipe Calderón 61% y Enrique Peña Nieto 49%.

Hace rato que se acabó la luna de miel del presidente con la opinión pública.

Algunos resultados: 57% de la población considera que el país va por el rumbo equivocado; el atributo que menos se le reconoce a Peña Nieto es la “preocupación por los pobres”, la cual bajó del 25% al 15% en los últimos tres meses, que coloca en entredicho la Cruzada Nacional contra el Hambre como insignia de un gobierno “comprometido con los que menos tienen”; 55% de los ciudadanos considera que las cosas “se le están saliendo de control” al presidente.

Sin embargo, me quisiera detener en dos áreas a cargo de los dos principales operadores del presidente.  En materia de seguridad, 70% considera que México va peor; en materia económica 73% lo descalifica.

Y esto me remite al diseño del gabinete donde todo el andamiaje de mando y control se sustenta en dos pilares que concentran el poder: Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray. Ellos no sólo definen el rumbo de las políticas públicas, comunican las decisiones gubernamentales, alinean voluntades, construyen acuerdos; ante ellos, el resto del gabinete presidencial está minimizado, reducido a darle seguimiento a lo que hacen los secretarios de Gobernación y Hacienda, son “los hombres del presidente”, sus prospectos para la sucesión de 2018. Alguien los ha definido como los dos presidentes adjuntos, o vicepresidentes, donde uno se encarga de la política y el otro de la economía.

La fortaleza y viabilidad política de ambos depende de los resultados reales de su gestión. Las condicionantes para Videgaray: que la economía crezca, que los ciudadanos sientan una mejora perceptible en sus niveles de bienestar, que haya más empleos, a lo que hoy se agrega un elemento crítico, que es procesar el descontento de las poderosas élites, de los grandes grupos empresariales que rechazan abiertamente la reforma fiscal.

Recientemente el ex presidente Ernesto Zedillo comentó que cuando la Secretaría de Hacienda se manejaba desde Los Pinos había preocupación (cuando la economía pasaba por un mal momento). Pero agregó que cuando Los Pinos se manejan desde la Secretaría de Hacienda, la situación se puede poner peor.

Por el lado de las áreas de responsabilidad de Osorio Chong, tiene el gran mérito de sacar adelante las reformas a través del Pacto por México. Ahora tiene que enfrentar el problema de la seguridad, heredado de sexenios anteriores, donde parece que las cosas marchan un poco mejor: logró en Michoacán la “institucionalización¨ de las autodefensas comunitarias, y está atendiendo de frente a una grave crisis de inseguridad en otras regiones del país, con Tamaulipas y Guerrero a la cabeza.

El proyecto de Peña Nieto está en problemas ante los datos de la realidad y, con él, sus dos hombres de confianza y prospectos para 2018.

Dicen algunos analistas que un gobierno puede trabajar en medio del descontento de los ciudadanos (perceptible en las encuestas), siempre y cuando los grupos económicamente más poderosos lo respalden. Peña Nieto está perdiendo el consenso de unos y de otros.