El pasado domingo 7 de julio se realizaron elecciones locales en 14 estados de la república, y una elección extraordinaria en el distrito XVII de Cajeme. Los resultados merecen ser analizados con cuidado, y aquí les comparto mi primer acercamiento sobre la interpretación de los resultados:

1.Resultados divididos para el PRI: Este partido no lució tan poderoso como en 2012. Existía la idea de que la popularidad de Peña Nieto, sustentada en gran parte en el ritmo que lleva el Pacto por México, acompañado de una frenética mercadotecnia, terminara por permear el ánimo de los electores y condujera a una victoria aplastante del PRI. No sucedió así, prevalecieron los factores políticos locales, centralmente la calidad de las campañas y candidatos.

2. El PRI perdió gobernados. Este partido perdió importantes capitales, como Mexicali, Puebla, Aguascalientes y Tlaxcala. No pudo recuperar Baja California. Oaxaca capital va al recuento ante una diferencia menor al 1% en la votación entre los contendientes por la presidencia municipal. Sin embargo, el PRI es ganador. Ganó 55% de los 1,204 cargos en disputa; 481 ayuntamientos de los 931 en juego, entre ellos 7 de 13 capitales: Chihuahua, Durango, Chetumal, Culiacán, Ciudad Victoria, Xalapa y Zacatecas, y algunas ciudades importantes como Cancún, Veracruz, Tijuana, Ciudad Juárez, Fresnillo, Gómez Palacio y Torreón.

4. El PAN sigue fuerte. Pese a los vaticinios de desastre, debido a las riñas internas, no le fue nada mal. El blanquiazul mostró una recuperación y logro su objetivo político primordial que era retener Baja California, del cual por cierto dependía en mucho la legitimidad de su presidente nacional, Gustavo Madero.

5. El PRD comprobó que las alianzas con el PAN son redituables. Los pocos puntos que aportó en Baja California fueron determinantes para el triunfo. Sin embargo, la prueba de fuego para la continuidad de esos lazos, vendrá con la discusión de las reformas energética y fiscal, donde ambos partidos van por rutas distintas.

6. Seguimos inmersos en una débil institucionalidad y en una cultura política que no favorecen el avance de la legalidad y de la democracia. La oposición presionó para la firma del adéndum al Pacto, con objeto de lograr condiciones de imparcialidad y transparencia en la contienda; eso sólo hizo menos visible la intensa operación política que llevaron a cabo los gobernadores del PRI, que en ningún momento renunciaron a utilizar la maquinaria estatal y un repertorio de viejas prácticas de manipulación y compra de votos para favorecer a su partido.

7. El abstencionismo fue altísimo. En Sonora fue de 72.7%; Quintana Roo, 68%; Chihuahua, 64%; Baja California, 60.3%; y Veracruz, 60%. Este marcado desinterés de los ciudadanos es un severo llamado de atención a revisar la calidad de nuestra democracia. La política y la partidocracia viven una profunda crisis de legitimidad. Y no es para menos, ya que imperaron campañas “negras”, una oferta política insuficiente frente a las  expectativas de la población y candidatos envueltos en acusaciones de corrupción.

De acuerdo con una encuesta del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, 60% de la población considera que los políticos de todos los partidos intentan comprar votos en procesos electorales; 64% opina que el uso político-partidista de los programas sociales afecta el resultado final de las elecciones.

Esto no parece preocuparles a los partidos políticos, los cuales alcanzaron objetivos estratégicos: el PRI exhibir fuerza y mantener en la mesa del Pacto por México a la oposición; el PAN y el PRD, en medio de tensiones internas, mostrar competitividad y viabilidad electoral.

Los partidos quedaron satisfechos. Sigue perdiendo nuestra democracia, una sin actores ni procesos totalmente democráticos.