En su mensaje a la Nación el pasado 2 de septiembre, el Presidente Enrique Peña Nieto anunció la transformación del Programa Oportunidades en Prospera.
La nueva misión de Prospera es por demás ambiciosa: coordinar acciones interinstitucionales para contribuir a la superación de la pobreza y a mejorar la calidad de vida de las familias con carencias, mediante el fortalecimiento del desarrollo de las capacidades básicas y productivas de sus integrantes. Además de lo que actualmente ofrece Oportunidades, ahora Prospera busca apoyar a las personas en pobreza para que tengan acceso a todos los derechos sociales y económicos.
Oportunidades surgió como Progresa en 1987 para mejorar las capacidades de las familias más pobres en educación, salud y alimentación, permitiéndoles acumular capital humano para romper la transmisión intergeneracional de la pobreza. Fue diseñado como un sistema de transferencias monetarias condicionadas.
A lo largo de estos 17 años, Progresa-Oportunidades fue objeto de numerosos reconocimientos a nivel internacional, de hecho se replica en más de 30 países, y ha sido ampliamente evaluado en todos sus componentes con resultados en materia de logros educativos de los niños y jóvenes, disminución de la desnutrición infantil y reducción de las tasas de mortalidad materno-infantil.
La argumentación central para justificar el cambio de Oportunidades a Prospera es que se han invertido muchísimos recursos en esta política pública, y los niveles de pobreza en 2012 (52.1% de la población) siguen siendo prácticamente los mismos de hace 20 años, de 1992 (53.1%). Y aquí mi primera observación, porque si bien Oportunidades ha sido el programa social más importante del gobierno federal, no es el único. No todo se invierte en capital humano, y no es el único instrumento para superar la pobreza.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el gobierno federal instrumenta 278 programas y acciones de carácter social, a los que se suman 2,849 estatales y 1,883 municipales, un universo de 5,010 a nivel nacional. El diagnóstico por lo tanto, debió haberse extendido a todo este espectro de políticas públicas donde existen duplicidades, desperdicio de recursos, falta de diseños adecuados, enormes vacíos en materia de evaluación, rendición de cuentas y transparencia, sobre todo en los niveles locales de gobierno.
Parece que la urgencia por anunciar un cambio de rumbo de la política social, ante la evidencia de la pérdida de popularidad del Presidente Peña Nieto y el desacuerdo social con el rumbo de su gobierno, sus reformas y sus políticas públicas, le ganó la partida a la necesidad de un análisis riguroso y a la articulación de una propuesta de rediseño profundo de la política social con visión de Estado, es decir, que alcanzara también a los gobiernos estatales y municipales.
El marketing y la preocupación del gobierno federal por llegar electoralmente mejor posicionado al 2015, parece que imperó sobre los criterios científicos y lo que ordenan los manuales de diseño de política pública.
Tres cuestionamientos adicionales. Se presenta como una de las grandes novedades de Prospera, el otorgamiento de becas para educación superior. Yo me pregunto si esto resultaría suficiente para garantizarles movilidad social a estos jóvenes que provienen de un sistema educativo de muy baja calidad que los estigmatiza y excluye a priori (los estados donde Prospera seguramente otorgará el mayor número de apoyos educativos de este nivel, porque ahí está el grueso del padrón de becarios -Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán-, tienen las peores escuelas públicas y las peores calificaciones en desempeño educativo).
Por otra parte, en México contar con estudios de educación media superior y superior no garantiza encontrar empleo, ya que de los 2.6 millones de desempleados que había en el país al cierre de junio de este año, el 38% contaba con estudios de ese nivel.
Se anuncia, además, que los jóvenes becarios de Prospera que decidan no cursar una carrera recibirán becas de capacitación para el trabajo y serán canalizados al Servicio Nacional de Empleo para “integrarlos al mercado laboral formal”. Esto se promete, mientras predomina la generación de empleos informales, mal pagados y sin seguridad social. Sin una economía dinámica y creciente, no habrá empleos de calidad, ni siquiera para los jóvenes de Prospera, ni tampoco “más oportunidades” para las mujeres que recibirán microcréditos para negocios y proyectos productivos.
Prospera no es un microcosmos. El éxito de sus nuevos componentes depende de muchísimas variables externas que no caminan bien. El cambio era necesario, sí, pero enfrenta retos importantes.