Una de las principales preocupaciones de la reciente reunión anual del Foro Económico de Davos de este año es la crisis alimentaria mundial que vivimos, que se suma a los problemas inflacionarios, y a las crisis energética y climática.
Hay voces de alarma. Se habla de un problema serio de disponibilidad de alimentos en los próximos 10 o 12 meses, y “eso va a ser un infierno en la tierra”, sostiene David Beasley, director del Programa Mundial de Alimentos (https://bit.ly/3GwCrZp). Por su parte, Svein Tore Holsether, director ejecutivo de Yara International, el mayor grupo de productores de fertilizantes, señala que 276 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en fase grave y aguda, el doble que hace tan solo dos años, una situación que podría empeorar por nuevas olas de calor en la India, Pakistán y Estados Unidos.
La invasión de Rusia a Ucrania ha tenido un importante impacto en la generación de la actual crisis alimentaria. Hay que recordar que ambos países, en conjunto “proporcionan 19% del suministro de cebada, 14% del trigo y 4% del maíz del mundo y representan más de un tercio de las exportaciones mundiales de cereales. También son los principales proveedores de colza y representan 52% del mercado mundial de exportación de aceite de girasol. El suministro mundial de fertilizantes también está muy concentrado, con la Federación de Rusia como principal productor” (https://bit.ly/3wXlyE2).
Pero además la guerra ha traído consigo un incremento mundial de los controles gubernamentales a las exportaciones de alimentos. Ello está añadiendo presiones al comercio internacional y puedo provocar serios problemas de abastecimiento, principalmente entre los países más pobres del mundo.
“En pocas semanas, el número de países que han impuesto restricciones a las exportaciones de alimentos aumentó 25%, elevando el número total a 35. Según los últimos datos, hasta fines de marzo, se habían puesto en marcha 53 nuevas intervenciones normativas que afectaban el comercio de alimentos: 31 restringían las exportaciones y nueve implicaban frenos a las exportaciones de trigo. La historia muestra que dichas restricciones son contraproducentes de maneras muy trágicas. Hace una década, en particular, exacerbaron la crisis alimentaria mundial, aumentando los precios del trigo en un enorme 30%” (https://bit.ly/3N4crHq).
Las crisis alimentarias son negativas para todos y por todos lados, “pero devastadoras para las personas más pobres y vulnerables. Esto se debe a dos razones. En primer lugar, los países más pobres del mundo tienden a ser países importadores de alimentos. En segundo lugar, los alimentos representan al menos la mitad del gasto total de los hogares en los países de ingreso bajo”.
La preocupación crece porque las medidas comerciales restrictivas ya están teniendo efecto en los precios de los alimentos y su disponibilidad. “Rusia ha impuesto restricciones a las exportaciones de trigo para los países que no pertenecen a la Unión Económica de Eurasia. Serbia y Macedonia, también han decretado restricciones. Estas medidas abarcan por sí solas 16% del comercio mundial y han sido responsables de un aumento de siete puntos porcentuales en los precios mundiales del trigo, lo que equivale a alrededor de una sexta parte del alza general de los precios”.
“Las restricciones a la exportación de alimentos impuestas en marzo fueron casi el doble que en los dos meses anteriores. Las medidas restrictivas a la exportación reducen el suministro mundial, causando un aumento de los precios. Eso desencadena nuevas restricciones a las exportaciones para contener las presiones inflacionarias internas, generando un ‘efecto multiplicador’ en los precios internacionales”.
Es urgente convocar a los países productores de alimentos a evitar y eliminar restricciones al comercio de alimentos y hacerlo en el corto plazo para evitar hacer un daño mayor a los países más pobres de la urbe.
La actual crisis alimentaria es seria y de grandes proporciones. Su prolongación y efecto depende de la duración de la misma, atada a la resolución de la guerra en Ucrania, y de las capacidades propias de los países como México en materia de producción de alimentos y de la disponibilidad de reservas estratégicas para enfrentar las consecuencias de corto plazo.
Esperemos que se imponga la sensatez entre los principales países productores y evitar mayores niveles de inseguridad alimentaria. Con la pandemia del covid-19 ya teníamos suficiente.