El presidente López Obrador ha afirmado que es más importante el desarrollo que el crecimiento económico. De manera simplificada, podemos decir que crecimiento económico es el incremento agregado de lo producido en un país y desarrollo es el crecimiento del bienestar de su población.
Hace unos días se dio a conocer el dato de crecimiento de la economía mexicana para el segundo trimestre por parte del INEGI: 0.1% en términos reales. El presidente López Obrador destaca que no se cumplió la condición de dos trimestre consecutivos con el PIB a la baja para decretar una recesión. Ello sin duda es positivo.
Sus críticos le han recordado a AMLO que el 25 de marzo de 2014 tuiteaba lo siguiente: “En enero la economía creció 0.8%, es decir nada. Peña Nieto y Luis Videgaray (Secretario de Hacienda) no saben cómo hacerlo. Perdón, pero con nosotros sería distinto y mejor”.
Aunque técnicamente la economía del país no esté en recesión, lo cierto es que el desempeño económico del país durante estos primeros meses de gobierno ha sido, por lo menos, mediocre.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) acaba de rebajar su pronóstico de 1.7% estimado en abril, a 1.0, una cifra optimista comparada con las que han previsto organismos, corredurías e instituciones financieras que advierten un crecimiento aún inferior. Citibanamex habla de un 0.2%.
Ante esto, el presidente afirma que el país crecerá al 2% este 2019. Además busca reorientar, con su enorme habilidad retórica, la discusión hacia qué es lo verdaderamente importante: ¿el crecimiento o el desarrollo?
López Obrador asegura que hay más desarrollo en el país. Sus argumentos: “están vendiendo más las tiendas de abajo, tiene más dinero el pueblo. Puede haber altas tasas de crecimiento, pero el dinero se concentra arriba”, afirma. Y en parte tiene razón el presidente.
Según datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI, el ingreso promedio trimestral de las familias mexicanas cayó en 4.1% en 2018 contra 2016. Pero persistió la desiguladad por la concentración del ingreso. El 30% de los hogares más ricos del país concentran el 61.3% del ingreso total, mientras que el 30% más pobre sólo captura el 9.3% del total. Sin embargo, la desigualdad bajo marginalmente, pues la diferencia entre el decil más rico contra el más pobre se redujo de 21 veces a 18 veces más. Hay una leve mejoría en el ingreso de los más pobres del 0.3%.
Lo que sería deseable que entendiera el presidente es que desarrollo no es solo entregar dinero a los beneficiarios a través de transferencias monetarias sin intermediarios, sino incorporarlos a una red de protección que les provea acceso a todos sus derechos sociales para que puedan romper el círculo vicioso de la pobreza.
El Coneval, precisamente, es lo que hace, y por cierto muy bien: generar información sobre el nivel de acceso de los mexicanos a sus derechos sociales y económicos a nivel nacional, estatal y municipal. Ello es básico para ajustar las políticas públicas para que den los resultados deseados.
Los llamados programas de bienestar de la actual administración deberían de construir desarrollo humano, tal y como entendía este concepto Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, quien afirma que el desarrollo debe verse como una continua expansión de la libertad de los seres humanos.
Crecimiento y desarrollo no son conceptos contrapuestos, sino que se complementan. Sin una economía que se expande de forma sostenida y genera empleos y prosperidad, no puede haber bienestar. En contextos de crisis o recesión la pobreza crece. Sobra la evidencia nacional e internacional.
Pongamos el debate en sus justos términos. La pregunta es: ¿cómo podemos impulsar entre todos el crecimiento sostenido y equitativo del país?