Parece que la ruta se repite: primero, vincule dicho programa con el periodo neoliberal; segundo, denuncie que existía una profunda corrupción; tercero, prometa que los recursos antes destinados a dicho programa serán ahora entregados de manera directa a los beneficiarios seleccionados por los llamados “Servidores de la Nación”.
Fue esa la ruta que llevó a la desaparición de programas como el de Estancias Infantiles, que atendía a más de 300 mil niñas y niños, hijos de madres trabajadoras. El argumento: había “90 mil niños fantasmas”. A pesar de la reiterada petición de diversas organizaciones en el sentido de que el gobierno federal presente información concreta, esto no ha sucedido.
Esa fue la ruta que llevó, también, a la desaparición de Progresa-Oportunidades-Prospera (POP), el programa social más importante del gobierno federal a lo largo de casi 21 años: al cierre de la pasada administración contaba con un padrón de 6.8 millones de familias (aproximadamente 30 millones de mexicanos) que recibían apoyos en materia de educación, salud y alimentación, además de servicios financieros y respaldo para proyectos productivos.
POP era considerado un programa de calidad mundial, al grado que su modelo de operación con base en transferencias monetarias se replicaba en 50 países.
POP contaba con evaluaciones de impacto de carácter independiente en las que participaban centros de investigación nacionales e internacionales, mismas que permitieron documentar avances en la escolaridad de los niños y los jóvenes; una importante disminución de la anemia y la desnutrición; una reducción de la mortalidad materno-infantil; menor incidencia de embarazos adolescentes; reducción de las disparidades de género; menos violencia intrafamiliar.
POP constituía, además, una eficaz red de protección social. Durante la durísima crisis de 2008-2009 evitó que millones de niñas y niños dejaran la escuela por falta de recursos y, al garantizar el ingreso económico de las familias más vulnerables en un contexto tan adverso, evitó que éstas transitaran a las filas de la pobreza extrema.
No todo fue perfecto. POP sufrió la falta de conexión entre lo social y lo económico que ha restado eficacia a las políticas públicas de combate a la pobreza en México. El mercado de trabajo no generó opciones de empleo para los jóvenes que lograron mejorar su formación escolar gracias a las becas del programa.
Estos jóvenes enfrentaban, además, una desventaja estructural debido a algo totalmente ajeno a la dinámica del programa: un marcado deterioro de la educación pública, particularmente en aquellos estados como Chiapas, Oaxaca y Guerrero, donde se concentraba el padrón de becarios del POP y donde la enseñanza estaba controlada por las mafias sindicales de la CNTE.
La Coordinadora puede presumir, entre sus logros más efectivos, haber bajado a estos jóvenes del elevador social.
Por otra parte, POP no logró consolidar una vertiente productiva que permitiera a las familias generar ingresos por la vía de proyectos emprendedores. El más ambicioso intento por avanzar en esta vía, el cultivo del endulzante Stevia en Los Tuxtlas, Veracruz, durante la administración de Peña Nieto, fracasó de manera estrepitosa en medio de la falta de planeación.
Muchos beneficiarios tendían a sobre reportar su situación de pobreza para no perder las ayudas del programa. POP no logró escapar del todo de la manipulación clientelar a pesar de su importante componente de contraloría social.
No obstante, todos estos problemas eran susceptibles de corregirse.
¿Cuál fue el argumento para cancelar POP? El 24 de abril AMLO declaró que la mitad del padrón era fantasma. No hubo reporte oficial, auditoría, ni evaluación técnica que así lo sustentara.
Mientras tanto, estos primeros seis meses del año millones de familias padecieron la falta de recursos para comprar sus alimentos, los niños más pequeños ya no recibieron micronutrientes; no más visitas al médico de las mujeres embarazadas ni más afiliaciones al Seguro Popular de Salud.
Se ha desechado una experiencia de política pública de más de dos décadas y, con ello, pierde la política social, pero, sobre todo, pierden los mexicanos que más lo necesitan en medio de intentos y nuevas estrategias desarticuladas. Una lástima.