La crónica del New York Times es imperdible: “Las promesas del Presidente López Obrador a los migrantes centroamericanos se han esfumado”. En octubre del año pasado anunció una política de puertas abiertas, prometió empleos, visas de trabajo, un trato digno, y con ello ayudó a prender la mecha de las caravanas de indocumentados provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala.
El 17 de enero el gobierno mexicano -detalla el NYT- recibió con una sonrisa a centenares de centroamericanos que llegaron al puente fronterizo entre Guatemala y Chiapas. “Amables empleados del Instituto Nacional de Migración (INM) les dieron la más cordial bienvenida con la noticia de que solo tenían que registrarse para tener un permiso de estancia de un año, sin ninguna restricción para salir del país. ¡Viva México!, coreaban algunos centroamericanos en aquel paso que tantas veces sortearon por el río Suchiate, escondiéndose de soldados y agentes migratorios corruptos. Aproximadamente mil indocumentados aceptaron su registro y recibieron su permiso”.
“Casi tres meses después, la escena involucró a otra caravana de migrantes hondureños, en su mayoría, pero no hubo vítores ni bienvenidas: el 22 de abril, organizaciones humanitarias y medios difundieron videos en los que decenas de migrantes corrían despavoridos ante una emboscada del INM y la Policía Federal mexicana. Cruzaban alambradas de púas para huir por el monte. Los que no lo lograron, atrapados, lloraban y suplicaban que los dejaran continuar. ‘En nuestro país nos quieren matar’, decía una mujer en pleno llanto. Algunos niños eran jaloneados por sus captores para que entraran a las camionetas”. (NYT, 2 de mayo).
La oleada migratoria empezó a convertirse en un problema inmanejable en la frontera norte, a donde arribaron decenas de miles de personas buscando cruzar hacia territorio norteamericano para acogerse a la protección de las leyes del vecino país.
México se vio en la necesidad de endurecer su política migratoria e inició la deportación de miles de personas, pero ya era demasiado tarde.
Un Donald Trump que busca la reelección en 2020, consciente del enorme rédito político que tiene el discurso antimexicano, encontró en el tema migratorio una rica veta para fortalecer las simpatías entre su electorado duro.
Con la amenaza de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, logró una serie de concesiones que hubieran parecido imposibles hace apenas unos meses: nuestro país se ha comprometido a desplegar en su frontera sur a 6 mil integrantes de la Guardia Nacional; por otra parte, quienes crucen la frontera de EU en busca de asilo serán rápidamente devueltos a México donde podrán esperar la resolución a sus peticiones mientras reciben oportunidades de empleo, cuidados médicos y educación. El número de personas en esa condición podría llegar a 50 mil en los próximos meses.
¿Cómo le va a hacer nuestro país para cumplir con sus compromisos con EU, los cuales serán evaluados en 45 días, en medio de una marcada falta de presupuesto e infraestructura para brindarles condiciones dignas a estos migrantes?
Aunque se ha discutido que México pudo haber respondido con la imposición de aranceles a productos norteamericanos o interponiendo recursos ante las instancias de arbitraje del comercio internacional, lo cierto es que no había mucho margen de acción frente a las presiones de Trump.
La imposición de aranceles, tan solo del 5%, hubiera dado al traste con el tratado de libre comercio con EU y Canadá, generando una incertidumbre que hubiera colapsado al peso y a los mercados de valores.
México, además, atraviesa por una situación de vulnerabilidad económica, en la cual lo han colocado varias de las decisiones tomadas por el actual gobierno como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la inviabilidad de la refinería de Dos Bocas y la decisión de rescatar a Pemex con recursos fiscales. Ello ha generado una marcada desconfianza de las calificadoras de riesgos y de los inversionistas. México está en la antesala de una recesión, a lo que se suman señales de desaceleración en la economía de EU y la posibilidad de una crisis global. ¿Así, o más vulnerables?
Apretar los controles migratorios no sólo puede llevar a una flagrante violación de los derechos humanos, sino también a que los flujos busquen la clandestinidad y el crimen organizado se apropie de rutas y personas.
Hoy pagamos las consecuencias de la falta de visión en materia de política exterior de varios sexenios atrás, de un discurso inconsistente sobre el tema migratorio y de decisiones controvertidas que han debilitado a la economía. Mala noticia, siempre sí habrá muro, y éste estará en la frontera sur.