La globalización es un fenómeno reciente, pero de enorme trascendencia económica, política y cultural. Nace como una respuesta ante el final de la Guerra Fría con la caída del bloque soviético y oriental que algunos expertos denominaron también como el fin de las ideologías.
“La globalización es el proceso por el cual las personas y los bienes se mueven fácilmente a través de las fronteras. Principalmente es un concepto económico: la integración de mercados, comercio e inversiones con pocas barreras para frenar el flujo de productos y servicios entre naciones”, según el World Economic Forum (bit.ly/3Udses0).
A la par se dio un proceso de apertura de China para poder competir a nivel mundial. En paralelo se construyó la integración de Europa y la firma del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México. El mundo se preparaba para un escenario de comercio abierto (bit.ly/3Udses0).
Surgieron cantidad de acuerdos comerciales para reducir las barreras al libre comercio entre los países, a la par del nacimiento y crecimiento exponencial de Internet. Todo pintaba de ¨color rosa¨.
La globalización hoy en día está cuestionada. Por un lado, hay quienes ven solo los beneficios. “La gente olvida que la globalización sacó a más de mil millones de personas de la pobreza, no solo en China sino en otras partes del mundo”, señaló Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sin embargo, también hay cuestionamientos importantes sobre las consecuencias de la globalización. “La globalización fue genial en muchos sentidos porque sacó a mucha gente de la pobreza, pero en casi todos los países de la OCDE se vio un aumento dramático de la desigualdad, que fue más aguda en el mundo angloamericano”. Y a la par se incrementó también la concentración de la riqueza en pocas manos.
“En pos de más ganancias y menos costos, las empresas abandonaron sus lugares de origen, a menudo acabando con estilos de vida y provocando perdidas de empleo masivas, para saltar de lugar en lugar, de acuerdo con su conveniencia”. Ello “desató una competencia fiscal en el mundo, con los países sintiéndose presionados por la necesidad de reducir particularmente los impuestos corporativos para atraer inversiones”, señaló Minouche Shafik, presidente y vicerrectora de la London School of Economics.
Y esta carrera a la baja en los impuestos es uno de los puntos débiles de la globalización. Goldin sostiene que “aumentó la desigualdad porque los gobiernos tenían menos dinero para gastar. Se necesitan ingresos fiscales para modernizar las economías e invertir en educación, habilidades e infraestructura para que poder competir en un mundo globalizado.
La incapacidad para distribuir sus beneficios más equitativamente, junto con la pérdida de empleos y el estancamiento económico, hizo que muchos sintieran que la globalización los dejaba vulnerables y solo beneficiaba a una pequeña élite”.
Frente a este escenario, ¿qué sigue? Hay quienes abogan por la desglobalización. La OMC evaluó su impacto. “Descubrimos que le costaría al mundo una pérdida del 5% en el PIB mundial a largo plazo. Es como decir que perdemos toda la economía de Japón”.
El incumplimiento de la promesa de la globalización de darle prosperidad a todos, creo frustración entre los votantes de los países democráticos, al grado de cuestionar este sistema de gobierno. Ello dio nacimiento a movimientos políticos que promovieron el nacionalismo y el populismo con grandes éxitos electorales. Ejemplo de ello es el Brexit, Trump y los movimientos populistas latinoamericanos.
“Hay la sensación de que el sistema de mercado global terminó siendo tan ajeno a los intereses de los electores en los países democráticos que ahora hay una reacción violenta a ese sistema”.
Y aunque hay quienes aseguran que la “desglobalización” está en proceso, “los datos comerciales del comercio de mercancías aún no muestran esta fragmentación: el comercio entre China y EE.UU., entre China y la UE, entre la UE y EE.UU. sigue siendo bastante sólido”.
Ante todo esto, ¿qué opción existe? La Organización Mundial del Comercio ha planteado revisar el modelo de globalización y caminar hacia una reglobalización más inclusiva. Algunas respuestas tienen que ver con resolver los problemas fiscales que crean una competencia dañina entre los países por captar inversión, también con mejorar las condiciones y los salarios de los trabajadores para que puedan acceder a mejores niveles de vida y a la relocalización de industrias en países en desarrollo aunado al desarrollo de su capital humano.
Estamos en un momento de cambio. Los resultados de la globalización no son del todo satisfactorios, pero la desglobalización parece que tampoco lo es. Es momento de darle mayor peso a la inclusión efectiva de grandes grupos que han permanecido al margen de los beneficios. Es momento de ser justos.