Aunque para las nuevas generaciones parezca poco creíble, el hecho es que estamos al final de una época de crecimiento y prosperidad, donde la globalización y la tecnología permitieron la expansión económica, eso sí, asociada a una concentración de los beneficios.
“La humanidad ha experimentado en el último cuarto de milenio un crecimiento económico sostenido. Esto ha permitido a una parte considerable de la humanidad escapar de la pobreza, gozando de una riqueza y niveles de vida muy superiores a las de cualquier otra época de la historia” (https://bit.ly/3yycea7).
Hay quienes están convencidos que esta época de ‘abundancia’ está por terminar y que estamos por entrar a una de incertidumbre económica, política y social. Y su conclusión se basa en varios elementos que están en el escenario mundial, regional y nacional, en diferentes dimensiones y matices, pero similares.
Se refieren a fenómenos que han afectado como el Brexit en Europa, la pandemia del covid 19 y las consecuencias de la guerra entre Ucrania y Rusia. A ello habría que sumar los efectos, cada vez más evidentes y amenazantes del cambio climático, y la potencial inestabilidad política y social que provocarán la escasez de alimentos.
Por otra parte, producto de la insatisfacción por la distribución de los beneficios de la expansión económica de los últimos años, y su mayor visibilidad en el mundo digital, los sistemas democráticos están siendo seriamente cuestionados y en proceso de debilitamiento frente a movimientos populistas de “derecha e izquierda, que apuestan por el nacionalismo, el proteccionismo, la polarización política y la crítica hacia la globalización”.
Frente a esta situación, está en riesgo el financiamiento de los principales elementos del estado de bienestar, como es la salud, la educación, la seguridad y la protección social. Cada vez es más complicado para los gobiernos sostener sus gastos; han recurrido muchos de ellos al endeudamiento, pero esta medida está llegando a su límite.
Por otro lado, hay nuevas tensiones de dos modelos de desarrollo, el industrial y el basado en el conocimiento y la tecnología, que pugnan por apuestas diferentes ante temas como el cambio climático. Los alineados a la vieja economía le restan importancia a este tema y hasta niegan su existencia, y los de la nueva economía van al externo de proponer el decrecimiento en algunas regiones, sectores e industrias.
También hay diferencias de cómo abordar la desigualdad y tener una mejor distribución de los ingresos, sin minar las bases de la economía de mercado.
La terca realidad abruma, pero ¿qué se puede hacer para evitar caer en la recesión y la escasez? La respuesta es compleja y difícil. Hay quienes proponen cambios radicales y otros proponen cambios graduales sin afectar lo que funciona. Prácticamente todos están de acuerdo en que el modelo de desarrollo actual se agotó, y que es urgente mejorar la distribución de los ingresos, sin afectar las bases del crecimiento económico y el libre mercado.
El caso de Chile es paradigmático. Rechazaron un modelo que producía estabilidad, pero no igualdad. Decidieron darle la oportunidad en el gobierno a una nueva propuesta joven de cambios profundos. Se propone una nueva Constitución alineada a dichas expectativas, pero con dudas de cómo sustentar el nuevo modelo y los ciudadanos la rechazan ante las dudas y temores. Es más fácil criticar el modelo actual que proponer un nuevo modelo que sea atractivo y viable.
Al parecer hay algunos puntos donde hay cierto nivel de consenso. Necesitamos mejorar la eficiencia de los gobiernos para reducir el gasto público y poder conservar los beneficios del estado benefactor; requerimos una nueva fórmula de distribución del ingreso que incluya a todos en los beneficios de la expansión, pero que no afecte las bases de la economía de mercado.
Urge atender las causas del cambio climático sin afectar la economía y la producción de bienes y servicios; y debemos fortalecer los sistemas democráticos y su aprecio por los ciudadanos frente a los movimientos populistas que buscan solo capturar el poder con soluciones inviables que complican el futuro de los países.
Estamos viviendo un momento complejo donde la insatisfacción crece, las soluciones escasean y algunos políticos populistas lo aprovechan. Llegó el momento de dedicarle el tiempo necesario para crear un nuevo modelo de desarrollo, que aproveche lo que ha servido, se base en la fuerza de la ciencia y la tecnología, y sea más justo, incluyente y sostenible. ¿Fácil verdad?