El bienestar de las niñas y los niños es el termómetro del grado de desarrollo de una sociedad y de la madurez de su sistema democrático.

Cuando se atienden las necesidades más elementales de los ciudadanos más pequeños, se sientan las bases para la prosperidad futura y para la construcción de una sociedad más incluyente y cohesionada.

Por ello, los recursos públicos que se destinan a ellos, no son un gasto, son una inversión.

Hoy, debemos estar preocupados por la situación de las niñas, niños y adolescentes (NNA) en México considerando que, a los retos que ya enfrentan ellos y sus familias, se suma el impacto de la pandemia de Covid-19.

Ricardo Bucio, titular de este Sistema, ha señalado la invisibilidad de los niños en esta pandemia. Y tiene toda la razón, hablamos mucho de la emergencia sanitaria, de la caída de los indicadores económicos, pero hemos olvidado la situación que están viviendo los más pequeños.

UNICEF, por su parte, ha sido también enfático al indicar que “si no actuamos de inmediato para abordar las consecuencias que la pandemia tendrá sobre los niños, el eco del Covid-19 causará daños permanentes en nuestro futuro común”.

En México, 28 millones de NNA han dejado las escuelas públicas para encerrarse en sus hogares. De acuerdo con una encuesta reciente a cargo del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), 45% de niñas y niños de 6 a 11 años siente aburrimiento; 46% siente enojo y estrés. 8% de adolescentes de 12 a 17 años reporta peleas en su casa diariamente. 3 de cada 10 siente ganas de no estar en casa.

Muchos han quedado a merced de otros espacios de socialización distintos a la escuela; son espacios peligrosos, como la calle, donde prevalecen el pandillerismo y las adicciones. Ahí, un número incuantificable de adolescentes que han desertado del sistema escolar, terminarán siendo reclutados por las bandas del crimen organizado.

Por otra parte, la casa no es precisamente un lugar seguro para NNA. La psicosis generada por el encierro ha derivado en pleitos y casos de agresión entre los integrantes del núcleo familiar, principalmente los padres.

Los niños, siempre más vulnerables, son un blanco predilecto para descargar la neurosis y la frustración que ocasiona el confinamiento: 75% de las lesiones contra los menores de edad se producen en las viviendas; 64% son a manos de familiares (Sipinna).

Fernando Álvarez Vázquez, de Sabiduría Sexual, AC, ha advertido sobre el incremento en los abusos sexuales que se cometen contra NNA en su propia casa, el lugar donde deberían recibir la máxima protección.

A todo lo anterior habrá que sumar el impacto socioeconómico de la emergencia por SARS-CoV-2. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que la tasa de trabajo infantil en México puede incrementarse debido al deterioro de los ingresos de sus hogares, en un contexto donde la mitad de los menores de 18 años están en condición de pobreza en el país (Coneval 2018).

Un contexto, también, donde los niños se han visto castigados con una reducción significativa de los recursos que se destinan a su salud, lo que ha derivado en una escasez de tratamientos y medicamentos para el cáncer y de vacunas para enfermedades como la tuberculosis.

Un gobierno que parece no entender el valor estratégico que tienen los niños ha venido recortando el presupuesto y cancelando programas que inciden, de manera directa, en los derechos de la infancia y la adolescencia.

Así fue como desapareció Prospera, que trabajaba con un enfoque integral de desarrollo humano para romper la transmisión intergeneracional de la pobreza; así fue como se cerraron las Estancias Infantiles que apoyaban a cientos de miles de mujeres con el cuidado de sus hijos para que ellas pudieran incorporarse al mercado de trabajo.

Es el mismo gobierno que optó por un rígido y empobrecido formato de clases por televisión porque no quiso invertirle en cerrar la brecha digital para lo cual se requerían recursos, mismos que se fueron a la construcción de obras de infraestructura producto de dudoso impacto y urgencia.

Un gobierno sin una agenda de atención a la infancia, sin una idea de las acciones que se requiere implementar en este momento de crisis, está cancelando el futuro de una generación de niñas, niños y adolescentes.

Y esto va a tener un alto costo que habremos de pagar todos los mexicanos, porque cuando se descuida el ejercicio efectivo de los derechos de los ciudadanos más pequeños, esto mina la productividad económica y abre un ancho campo para el crecimiento de la pobreza y la descomposición del tejido social.

Ésta va a ser una de las agendas más importantes para el 2021, ojalá alguien tenga la visión estratégica para retomarla y relanzarla. Es algo urgente.