Sonora tiene fortalezas importantes con sus niveles competitividad, su liderazgo en el sector aeronáutico y minero, su cultura y sus bellezas naturales. Pero también es cierto que enfrentamos retos importantes, como es el caso de la seguridad pública.

El recuento de ejecuciones de mandos policíacos y de civiles, la incertidumbre y el miedo predominan en la mayoría de las familias sonorenses. Un termómetro del estado de ánimo social lo proporciona la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) publicada por el INEGI, y cuya edición más reciente corresponde a julio de este año.146_INFOGRAFIA_JOVENES

De acuerdo con dicha fuente, 75.3% de la población de Hermosillo de 18 años y más, se siente insegura en la ciudad. El porcentaje es de 52.5% en Nogales.

Para fines didácticos, me centraré en nuestra capital: casi 6 de cada 10 hermosillenses se sienten inseguros en el transporte público y en el banco; casi 8 de cada 10 se sienten en riesgo cuando usan un cajero automático.

64% cree que la delincuencia seguirá mal o empeorará en los próximos 12 meses. 70% han visto personas consumiendo alcohol en los alrededores de su vivienda; 55% han sido testigos de asaltos y 52% de actos de vandalismo; casi la mitad de los hermosillenses han presenciado o escuchado que se venden drogas alrededor del lugar donde habitan; la quinta parte han oído disparos de arma de fuego.

Todo lo anterior configura la imagen de una sociedad que vive atemorizada y que observa cómo, de una forma cada vez más acelerada, se deterioran los lazos de convivencia. Estamos perdiendo la confianza en lo público, principalmente en las instituciones y autoridades responsables de cuidar la vida y los bienes de los ciudadanos.

Al centro de toda esta problemática están los jóvenes sonorenses, que no solo son víctimas, sino también protagonistas de esta preocupante ola de violencia que azota a nuestro estado.

Se han convertido en la carne de cañón de los grupos del crimen organizado que los utilizan como halcones, sicarios o mulas para el transporte de drogas.

Leo con gran consternación la colaboración del influyente periodista Héctor de Mauleón del pasado 17 de septiembre en el periódico El Universal: “En una calle de San Luis Río Colorado, una patrulla de la policía municipal sorprende a tres niños, uno de 14, otros dos de 17, asesinado a tiros a un joven de 19 años. Al verse sorprendidos, los tres niños sicarios abrieron fuego contra los uniformados. Los tres quedaron tendidos con el cuerpo cosido a tiros”.

“Junio de 2019 fue el mes más violento en Sonora en los últimos 22 años. En un solo fin de semana se contabilizaron 40 asesinatos. Como nunca, los niños han aparecido, una y otra vez, en el centro de la violencia”, afirma de Mauleón.

¿Cómo proteger a la niñez y la juventud sonorense? ¿Qué tipo de políticas públicas se deben implementar?

Los jóvenes, y esto es plausible, están ocupando por fin un lugar relevante en la política pública a partir de las iniciativas que ha puesto en marcha la actual Administración.

Se instrumenta el Programa Jóvenes Construyendo el Futuro en todo el país donde éstos reciben $3,600 pesos mensuales por capacitarse como aprendices en un negocio o empresa. Sin embargo, el programa ha sido cuestionado por carecer de información pública verificable.

Por otra parte, se ha anunciado una Ley de Amnistía que permitiría liberar a jóvenes primodelincuentes encarcelados por delitos menores, como el narcomenudeo. Pero no queda claro qué estrategias de reinserción se aplicarán para reintegrarlos a sus comunidades, una tarea sumamente compleja y delicada.

Durante la Administración de Felipe Calderón (2006-2012) se implementaron iniciativas importantes con un enfoque preventivo y comunitario. Me refiero a los programas Hábitat y Espacios Públicos dirigidos a reconstruir el tejido social en las zonas más inseguras y alejar a los jóvenes de conductas delictivas a través del deporte y la cultura.

El gobierno de López Obrador, debería de aprovechar estas experiencias para darle mayor contenido y profundidad a las nuevas políticas públicas.

Si no intervenimos el contexto social donde habitan los jóvenes, todo esfuerzo será inútil. Sin duda, falta mucho por hacer.