Tradicionalmente el valor de la economía se mide a través de la suma del valor de los bienes y servicios que se producen. De ahí nace el Producto Interno Bruto (PIB), base para medir y comparar el desarrollo económico en la actualidad.
Sin embargo, hay quienes han cuestionado esta medición por dos razones: una, porque no considera otros valores estratégicos del desarrollo que inciden en el bienestar, como son la sostenibilidad ambiental, salud mental, la cohesión social y otros elementos básicos para lograr la felicidad (economía de la felicidad); y dos, porque no captura el valor de bienes y servicios intangibles de la nueva economía, principalmente los que tienen una incidencia relevante en la competitividad personal u organizacional y son gratuitos (correo electrónico, buscadores, mapas, redes sociales, etc.), lo cual no significa que no aporten valor.
La llamada “economía de la felicidad” propone ir más allá del ingreso por persona, la capacidad de consumo o el crecimiento económico para medir el bienestar de la población. De ahí nace el Índice Anual de la Felicidad del Earth Institute, que identifica como variables centrales de la felicidad a la salud, la diversidad ecológica, el bienestar psicológico, la vitalidad comunitaria (que comprende familia, donaciones, relaciones comunitarias), el nivel de vida, la educación, el uso del tiempo, la diversidad cultural, y el buen gobierno (que integra variables como ejercicio de derechos, calidad de los servicios públicos y participación política). Por cierto, nuestro país se encuentra en el lugar 19 del Índice Anual 2019 que evalúa a 156 países.
Por otro lado, hay un grupo de investigadores que han empezado a cuestionarse por qué no se miden los bienes digitales de Internet, como los correos electrónicos, los buscadores, la Wikipedia, o las redes sociales como Facebook y Twitter, entre otros. Así, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha cuestionado la medición del PIB por no considerar estos valores de la información, bajo el argumento de que si bien sus costos al consumidor son bajos o nulos, ello no quiere decir que no produzcan beneficios al bienestar individual y social. De ser así, este valor debería de medirse y sumarse a la economía digital en su conjunto. Sensato, ¿no?
Así, los investigadores de la Sloan School of Management del MIT sugieren capturar el valor de los servicios digitales gratuitos a través de experimentos masivos de elección en línea, esto es, preguntando a los usuarios de estos servicios cuántos les representaría en dólares renunciar a dichos servicios en un espacio de tiempo. Hicieron tres encuestas donde obtuvieron 65,000 respuestas. Hay quienes cuestionan la representatividad de esta muestra, y tal vez con razón, pero la idea era tener una primera dimensión económica de su aportación.
Aquí los sorprendentes resultados:
Categoría | Costo promedio estimado por renunciar al servicio digital (dólares) en un año | |
2016 | 2017 | |
Buscadores de internet | $14,760 | $17,530 |
Correo electrónico | 6,139 | 8,414 |
Mapas | 2,693 | 3,648 |
Video | 991 | 1,173 |
Comercio electrónico | 634 | 842 |
Redes sociales | 205 | 322 |
Mensajería | 135 | 155 |
Música | 140 | 168 |
Los autores del estudio explican que el alto valor asignado a los buscadores y los mapas se debe a lo esenciales que son a las personas para realizar su trabajo.
Los servicios de video por Internet (YouTube, Netflix, etc.) son valorados por los consumidores con un costo anual $1,173, aunque en algunos casos se pague entre $120 a $ 240 dólares anuales por ello. Los autores del estudio concluyen que el excedente que reciben quienes lo consumen es un múltiplo de 5 a 10 de lo que pagan.
No cabe duda de la relevancia de los servicios digitales en el bienestar individual y social en el marco de la nueva economía basada en el conocimiento, y su creciente valor económico. Ahora, el reto lo tendrán los economistas para medir esta relevancia e impacto en términos económicos. Interesante reto sin duda, donde te aseguro que sus resultados nos sorprenderán.