Francia: rescatando la democracia

El triunfo de Macron en las elecciones de Francia reaviva la esperanza de que la democracia liberal goza todavía de importantes consensos.

El arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos despertó los peores temores entre aquellos que, como yo, pensamos que la democracia es el mejor sistema –a pesar de sus imperfecciones- para preservar las libertades, ordenar civilizadamente la vida en sociedades complejas y resolver nuestros más grandes dilemas. Diversos analistas vieron en el triunfo del magnate, el signo de una ola incontenible de avance de la extrema derecha xenofóbica, populista y ultranacionalista.

Sin duda, una buena parte del auge del populismo de izquierdas y de derechas se alimenta del fracaso de la globalización que no generó prosperidad para todos, sino al contrario, importantes asimetrías sociales y una enorme masa de perdedores. Francis Fukuyama, en su libro “El fin de la historia”, afirmaba en 1992, a la luz del colapso de los regímenes comunistas en Europa, que habíamos llegado ya a un punto climático donde la única opción viable era la democracia liberal, tanto en lo económico como en lo político. El enorme impacto social de la crisis de 2008-2009, el triunfo de Trump y el ascenso de los nacionalismos europeos (recordemos el Brexit) han desmentido las tesis de Fukuyama. Estamos situados, al inicio de este siglo XXI, en un escenario de incertidumbre.

mayo-22-hiEn este contexto, el triunfo de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales de Francia constituye aire fresco. Vino a reavivar la esperanza de que la democracia liberal goza todavía de importantes consensos y a demostrar que es posible derrotar la intolerancia y las propuestas irresponsables de los extremos del espectro político. Marine Le Pen, su contrincante, impulsaba una plataforma que proponía sacar a Francia de la Unión Europea, cerrar las puertas al libre mercado, limitar las libertades religiosas, los derechos de los inmigrantes y crear un Estado policíaco para controlar la vida social.

Macron es dueño de una interesante biografía. Banquero, ministro de economía del anterior presidente socialista, Francois Hollande, dimitió en 2016 para crear el movimiento “En Marcha”, plataforma desde la cual, prácticamente como candidato independiente, ganó las elecciones. Con 39 años, es el presidente más joven de Francia, y está casado con una mujer de 65 años. Por este solo hecho, ha marcado una pauta al romper con todos los estereotipos.

Es un hombre que apuesta por la unidad de Europa, por la reconstrucción moral de la sociedad y la política, por el combate a la pobreza, la inseguridad y la violencia. Quiere impulsar la educación, garantizar la libertad de expresión, dar un trato humano a refugiados y migrantes, atraer inversiones privadas para crear empleos, proteger el medio ambiente. La mitad de su gabinete está integrado por mujeres; a todos sus colaboradores les exigió presentar su declaración fiscal y de no conflicto de intereses.

Macron, un político juvenil, culto, moderno, al que ya ubican como el “Kennedy francés”, viene a demostrar que el centro político –con su dosis de racionalidad, sensibilidad e inteligencia- es posible y convertirse en un dique contra los extremismos. Viene a constatar que los Donald Trump, los brexistas, los Nicolás Maduro, los Kirchner, los Evo Morales, los demás, no forman parte de un destino fatal, inevitable.

El arribo de Macron como nuevo presidente de Francia, echa por tierra la hipótesis de que los populismos de izquierda y derecha habrían de convertirse en el factor dominante en la política global. Además de Francia, los votantes en Holanda, Austria, Australia y Corea del Sur han rechazado el nacionalismo autoritario basado en el miedo, en favor de demócratas de mentalidad abierta.

Más allá de un tema de política internacional, el caso francés tiene profundas implicaciones para el proceso político mexicano hacia el 2018. Se trata de imaginar desde el centro político una propuesta novedosa de gobierno, de reconstrucción de la vida pública, más allá de la corrupción, del uso faccioso del poder, de un sistema que reproduce y amplifica la desigualdad y la pobreza y margina a los ciudadanos de la toma de decisiones. ¿Quién se apunta?