Una de las principales razones del crecimiento de la pobreza en México -dos millones más de pobres entre 2012 y 2014- es la caída del ingreso de los hogares mexicanos en 3.5% en ese periodo.
Si dividimos a los hogares en diez grupos, de menor a mayor ingreso, tenemos que nueve de estos deciles (del II al X) vieron deteriorado su ingreso durante los dos primeros años de este gobierno. El decil donde están los más pobres, el decil I, el de hasta abajo, fue el único que mejoró su situación gracias a la atención especial que recibieron estos hogares de los programas sociales del gobierno federal.
Aquí viene lo interesante. La mayor caída se registró entre los deciles V al IX en una escala que va del 3.6 al 6.1%. ¿Qué significa esto? Que fueron las clases medias las que más se empobrecieron. El VI decil, para no ir más lejos, aportó 1.14 millones de nuevos pobres, 57% de los dos millones que cayeron en esta condición entre 2012 y 2014.
Dos millones de mexicanos abandonaron las filas de la clase media y regresaron a la pobreza, algo sumamente preocupante porque ésta es garantía de prosperidad nacional, es soporte del mercado interno, es el semillero de iniciativas emprendedoras que abren paso a la creación de micro, pequeñas y medianas empresas que son las mayores generadoras de empleo en México. Las clases medias, además, alimentan el imaginario de la sociedad civil, se caracterizan por su alta participación cívica, son baluarte de la democracia.
La pulverización de las clases medias conduce a una mayor polarización entre un sector de la población en extrema pobreza y una élite que, como ha señalado el investigador de El Colegio de México, Gerardo Esquivel (“Desigualdad extrema en México”), concentra el poder económico y político.
De acuerdo con el autor, los 16 principales millonarios de este país han incrementado su riqueza de 25,600 millones a 142,900 millones de dólares de 1996 a la fecha. La riqueza de cuatro de ellos (Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas Pliego) representaba 2% del PIB en 2003 y para 2014 ese porcentaje subió a 9%. Su ingreso acumulado equivale al de casi 20 millones de mexicanos. Con tan sólo los rendimientos financieros de su fortuna, podrían contratar hasta 3 millones de trabajadores con un salario mínimo y seguridad social, sin perder un solo peso de su riqueza. Esta situación ha sido provocada por los deficientes controles del Estado a la concentración monopólica y al exceso de privilegios fiscales a las grandes empresas (por ejemplo, no se aplican impuestos a las ganancias en la Bolsa de Valores).
Ello sucede mientras las clases medias son cautivas del sistema tributario y han sido severamente afectadas por la reforma fiscal, enfrentan enormes problemas para acceder a crédito bancario y su capacidad para participar en mecanismos de ahorro e inversión es cada vez menor. Sufren, además, el fuerte encarecimiento de colegiaturas, transporte, alimentos y servicios médicos privados que contribuyen a mermar sus ingresos.
Las clases medias bajas, sobre todo, son sumamente vulnerables a la contención de los salarios. Esquivel señala que “la política salarial que en algún momento se concibió como mecanismo de contención inflacionaria, ya no tiene razón de ser. Hoy en día, el salario mínimo mexicano está por debajo de los umbrales aceptados de pobreza”.
A ello habría que añadir el deterioro de la calidad del empleo por una incontenible informalización del trabajo que suprime la seguridad social y con ello el acceso a pensiones, servicios de salud institucionales, seguros de vida, créditos para vivienda y consumo, etc.
Estamos frente a un modelo económico que privilegia a los más ricos y contiene a los más pobres, pero que carece de redes de promoción del crecimiento y protección de las clases medias.
En este contexto, llama poderosamente la atención que las expectativas del gobierno de Peña Nieto para reducir los niveles de pobreza en México y mejorar los niveles de bienestar de la población estén ancladas al “impacto de las reformas estructurales” como palanca para impulsar el crecimiento económico.
El incremento de la pobreza entre 2012 y 2014 que reporta el Coneval es resultado del empobrecimiento de las clases medias.
Crecer no basta, esa es la principal lección. Si persistimos en un patrón de desarrollo excluyente que genera pobreza, alta desigualdad y la captura de la riqueza social por parte de las élites, México no saldrá adelante. Reformular el modelo económico exige una discusión pública seria. Es la hora de abordarla.