A punto de concluir las campañas electorales para los próximos comicios del 7 de junio, se impone un necesario balance:

1. Faltaron estrategias innovadoras para atrapar la atención de los electores. Con respecto al marketing político, es claro que faltó una idea innovadora acorde a una masa de potenciales electores, conformada en su mayoría por jóvenes escolarizados, escépticos hacia la democracia, sus resultados e instituciones, profundamente distanciados de la partidocracia.

En el caso de Sonora, fuimos testigos del abuso de las campañas de contraste negativo y de denostación, que crearon una sensación de hartazgo entre la población, que pueden incidir negativamente en el porcentaje de votantes (tal vez ese era un propósito más) y que le están imponiendo costos y retos importantes a la gobernabilidad posterior a la elección. Faltó una idea atractiva sobre la necesaria resignificación de la política, sus prácticas y sus actores.

2. Falto sustancia en los temas principales: corrupción, empleo y seguridad. Sobre el combate a la corrupción, sobre cómo resolver la falta de crecimiento económico y la inseguridad fuimos auténticamente “bombardeados” por millones de spots que proyectaron lugares comúnes y huecos. Una exageración de oferta de más servicios públicos, obras, vales, becas, etc. Una práctica que el Partido Verde de una forma ilegal llevó a su máxima expresión para posicionarse como cuarta fuerza electoral, pero en la que incurrieron todas, todas las fuerzas políticas que exhibieron la demagogia de una partidocracia cerrada, refractaria al cambio y ajena a un nuevo imaginario social.

Las consecuencias: el pronóstico es que tendremos las elecciones para diputados federales menos concurridas desde 1997, con una participación menor a 45%.

3. Las campañas estuvieron sujetas a una sobre-regulación por la autoridad electoral. Todo: uso de tiempos, spots, financiamiento, gastos, contenidos, candidaturas, etc. estuvo sujeto a la fiscalización de un INE extraordinariamente caro, secuestrado por la partidocracia, encabezado por un distinguido intelectual y jurista, como Lorenzo Córdova, pero deslegitimado y sin liderazgo para alinear visiones e intereses a favor de la equidad y la legalidad al interior del organismo. El INE no impone respeto, no parece un árbitro sólido, lo que constituye un enorme riesgo ya que seguramente entraremos después del 7 de junio a una densa y complicada disputa post-electoral donde de acuerdo a la reciente Reforma Política el rebase del tope de gastos de campaña puede llevar a la anulación de los comicios. El INE está rebasado; lo que sigue es una potenciación del conflicto.

No hablemos del caso de la autoridad electoral de Sonora, una arena más de la disputa partidista descarnada por el poder a toda costa.

4. Se limitó el papel de los medios de comunicación privados. En el pasado, las campañas eran una mina de oro para los consorcios televisivos, radiofónicos e impresos, fuertemente monopolizados y cargados de intereses. Evitamos el sesgo, pero no impedimos la llegada de importantes recursos ilegales a los medios y creamos un enorme y absurdo dique a la libertad de expresión.

Se extraña la frescura, la creatividad y el sentido crítico que le pueden imprimir a las campañas estos actores informativos y formativos. Se trata de regulaciones excesivas para un país que ha hecho del acceso a la información un derecho ciudadano. No sucede en otros países democráticos.

La comunicación política en México está trastocada: la ley concede demasiados espacios a los mensajes unilaterales de la partidocracia, mientras limita la interacción y retroalimentación con la sociedad.

5. El resultado de la elección en Nuevo León puede cambiar el futuro. Lo más sobresaliente de las campañas por finalizar fue la irrupción de la candidatura independiente del Bronco. En caso de ganar la elección a gobernador, cambiaría el escenario electoral de 2018 y pondría en serias dificultades a los partidos tradicionales, incluso hasta puede herirlos gravemente.

Ésta es mi última colaboración relacionada con los próximos comicios. Entraremos hacia la próxima semana obligados a un silencio casi total porque todo puede ser interpretado como acto de campaña o propaganda política.

Así son las cortapisas en un país que vive en medio de la desconfianza, la sospecha, inmerso en una democracia sin actores democráticos, en un país empañado por la desmedida burocratización de su vida política. Y a pesar de todo, mi convicción es que tenemos que salir a votar.

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