Lanzada en 2010 por dos jóvenes franceses de 23 años, Christian Vanizette y Romain Ranguin, Makesense.org ayuda a emprendedores sociales del mundo al éxito en sus proyectos con apoyo de voluntarios. A través de una página de Facebook promueven la venta de bolsas de papel producidas por mujeres indias en condición de pobreza extrema.

Nandu Madhava, nacido en Boston, creó mDhil.com que ofrece información médica a habitantes de la India a través de mensajes de texto (SMS). Después de prestar su servicio social en países del Caribe, donde vio sufrir a cientos de personas por falta de acceso a la salud, decidió hacer algo: “Quería tener impacto en la vida de la gente sirviéndome de la tecnología”.

Herman Chinery-Hesse de Ghana, uno de los países con menor Índice de Desarrollo Humano del mundo, es conocido como “el Bill Gates de África”. Creó el sitio ShopAfrica53.com, un centro comercial en línea para apoyar a microempresas comunitarias a colocar sus productos en occidente. “Nosotros, dice, nos dirigimos a la base de la pirámide y lo que hacemos será más efectivo que cualquier ayuda del exterior. Nosotros lo haremos mejor y, además, con dignidad para la gente”.

Todos ellos son personas que tienen la energía para trastocar la rutina. Se decidieron a innovar y emprender con el uso intensivo de la tecnología para cambiar la vida de millones de seres humanos.

Cuando veo esta energía emprendedora para el cambio social me pregunto: ¿por qué en México no hemos podido crear una plataforma similar, dónde están las barreras?

Una de las claves la proporciona Carla Gómez Monroy, egresada del MIT, parte de la organización One Laptop Per Child, una organización que nos está asesorando en Sonora para la implantación del programa “Un Nuevo Futuro”. Dice Carla que el sistema educativo mexicano no alienta el brote de emprendedores con visión social, sino que más bien “incita a los recién egresados a buscar un trabajo seguro dentro de una gran empresa”. Impera en nuestras universidades el individualismo, una cultura del éxito que aleja a los profesionistas de la responsabilidad con los grandes desafíos de la comunidad en la que habitan.

Me atrevo a proponer, a partir de este diagnóstico, dos tareas imprescindibles:

La primera, ampliar los conocimientos de informática y telecomunicaciones, e impulsar la creatividad y la emprendeduría en todos los grados de educación en el país. También valdría la pena desarrollar nuevas especializaciones del siglo XXI: ingeniería en redes sociales, administración del conocimiento o de inteligencia competitiva, por ejemplo.

La segunda, crear fondos de garantía o financiamiento a proyectos emprendedores propuestos por universitarios y emprendedores, con aportaciones de empresas y del gobierno. Hablo de instrumentos sin burocracia, sin simulaciones y con rigor técnico. A través de dichos fondos, se podrían incentivar innovadoras iniciativas sociales económicamente autosustentables, capaces también de darles ingresos dignos a sus autores y desarrollar las comunidades más marginadas.

Ya basta. Es hora de romper viejos mapas mentales y apostar por nuevos caminos para que la tecnología, la innovación y el poder emprendedor del mexicano, con todo su poder transformador, puedan ponerse efectivamente al servicio de nuestra gente y de la construcción de un país más equitativo, de un México sin pobreza. Próximamente lanzaremos una iniciativa al respecto. Te invito a participar.