El sentir de los ciudadanos con respecto a su situación personal y familiar y a los temas centrales de la agenda nacional es un indicador muy importante.
Hemos recuperado los resultados de dos encuestas nacionales que reflejan un balance negativo de los mexicanos con respecto a 2014 y una expectativa desfavorable hacia lo que será este año 2015.
El sondeo telefónico del periódico Reforma (del 12 al 15 de diciembre) nos habla de expectativas sociales pesimistas: 71% de la población considera que la economía no va a mejorar este año; 76% que el peso se seguirá devaluando; 51% que el precio del petróleo seguirá bajando; 36% que su situación económica personal va a mejorar, pero 59% que seguirá igual o se deteriorará aún más.
La encuesta también vía telefónica del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) (del 4 al 9 de diciembre) nos habla de que 9 de cada 10 mexicanos estima que la situación general del país siguió igual de mal o empeoró; 33% que a su economía familiar le fue pésimo, y 53% opina que vivirá una situación económica apretada para 2015.
Un primer corte nos permite concluir que la economía no está generando certeza social. Estamos ante el resultado de dos años de insuficiente crecimiento, por debajo de los pronósticos gubernamentales y por supuesto de lo que los mexicanos esperaban en términos de generación de empleos, poder adquisitivo, bienestar colectivo.
A ello habría que sumar el impacto de una reforma fiscal que en lugar de ampliar la base de contribuyentes se concentró en castigar aún más a las clases medias, cuyo sentir recogen en mayor medida las encuestas vía telefónica como las ya citadas, así como a los empresarios que, durante todo el año anterior, se dedicaron a manifestar en todos los foros posibles su profundo descontento con las nuevas medidas tributarias.
GCE va más a fondo. al sondear qué es lo que los mexicanos no olvidarán de 2014 surge el caso Ayotzinapa como el evento que más despunta con el 56% de las menciones, contra sólo el 12% de la reformas estructurales que están en el centro de la propuesta de prosperidad del Presidente Peña Nieto.
Los datos evidencian resultados deficientes para el gobierno en el terreno de la comunicación política. A pesar de la publicidad gubernamental, los mexicanos no compraron la imagen de un país que “se mueve” hacia mejores estadios de bienestar colectivo. Hoy, el dilema del gobierno ya no es generar más expectativas; es dar resultados en ingreso, en trabajos formales, en seguridad social, en disminución de la pobreza que se logra no con asistencialismo, sino con crecimiento sostenido con un sentido redistributivo.
¿Quién gana con la decepción de los mexicanos ante la ausencia de una economía funcional, de un país que no genera oportunidades de movilidad social? Ganan las propuestas políticas extremas que prometen la redención social vía el gasto público masivo en programas clientelares sustentados en dádivas y subsidios sin controles ni transparencia.
El diario Reforma dio a conocer a principios de noviembre una encuesta en la que Morena, de López Obrador, se encuentra en primer lugar en la intención del voto en la Ciudad de México. Esta tendencia se puede generalizar a nivel nacional, ante el desencanto ciudadano hacia los grandes partidos y el gobierno. Europa es el espejo en el que debemos mirarnos: el desempleo y el brutal impacto social de las secuelas de la crisis de 2008-2009 han provocado el ascenso de nuevas fuerzas políticas populistas y ultraderechistas.
Las elecciones de junio de 2015 se convertirán en un gran referéndum sobre el gobierno y la partidocracia, donde todo puede pasar, desde un alto nivel de abstención hasta un dramático cambio en la correlación de fuerzas entre partidos políticos.
Es la hora del despertar ciudadano para ganar capacidad de decisión en el ejercicio del poder público y ponerle coto a la ineficacia de la clase política, la corrupción y la impunidad, pero también al poder desmedido de la partidocracia. 2015 viene cargado de grandes incertidumbres, pero también de una gran oportunidad para que los ciudadanos hagamos valer nuestra voz. Pongamos manos a la obra.