Nuestro país ha seguido caminos propios en su lucha democrática. Fuimos en el pasado la “dictadura perfecta”, a decir del escritor Mario Vargas Llosa. En las últimas dos décadas, en nuestro país hemos dado una lucha constante por vivir en democracia, donde la ciudadanía ha tenido una presencia incosistente y, desde mi punto de vista, deficitaria.

La peculiar transición política mexicana ha abierto paso a varias contradicciones. Nuestro país, a diferencia de los modelos tradicionales de cambio político del autoritarismo hacia regímenes abiertos y con alternancia partidista, caminó por la ruta formal de la “democracia votada”. Sin embargo, como lo afirman diversos académicos “tenemos una democracia, sin actores democráticos”.Cometimos el error de declarar inaugurado el edificio democrático cuando apenas estábamos colocando la primera piedra. A partir de la elección del 2000, todos declararon el inicio de una nueva etapa democrática. La mayoría de los ciudadanos pensaron que la tarea estaba concluída, y se desactivaron esperando que el primer gobierno de transición hiciera el resto.Cargamos con un fuerte déficit de cultura democrática y de participación ciudadana. De acuerdo con la Encuesta de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la Secretaría de Gobernación (2008): al 60% de los mexicanos le importa poco o nada la política y 72% de los mexicanos confía poco o nada en los partidos políticos.El déficit de ciudadanía impidió impulsar una verdadera agenda de transformación de la sociedad, de las instituciones públicas y no permitió la creación de nuevas reglas de gobernabilidad democrática.Otro ejemplo de este déficit de ciudadanía, es el número de organizaciones de la Sociedad Civil que operan en nuestro país, muy bajo (aproximadamente 25 mil organizaciones) considerando el tamaño de nuestra población. Si queremos terminar la tarea de pasar de una alternancia a una verdadera transición política, necesitamos en México más ciudadanía responsable.Necesitamos que más personas se decidan a dejar de ser simplemente habitantes para convertirse en ciudadanos. Dejar de ser personas que solo habitan espacios y demandan soluciones del gobierno, para convertirse en ciudadanos responsables de lo que se sucede y del futuro de todos. Sólo así lograremos hacer efectivo ese anhelo de justicia social del que somos portadores desde el nacimiento mismo de nuestras nación; sólo así, lograremos construir sociedades más cohesionadas y solidarias; sólo así, conseguiremos consolidar la democracia.Con más ciudadanía lograremos crear contrapesos al ejercicio del poder gubernamental para que este se dedique efectivamente a producir bienes públicos en beneficio de toda la población. Sólo así, podremos darle nobleza y pertinencia al quehacer de los partidos políticos y obligarlos a trabajar por el bienestar de la comunidad. Sólo así, conseguiremos construir una democracia más eficaz y capaz de resolver los grandes desafíos que enfrentamos al inicio de este siglo XXI.Hoy estamos ante el desafío de dejar pasar una nueva oportunidad democrática para que otros decidan por nosotros, o tomar el destino de nuestro país en nuestras manos y terminar la tarea de hacer efectiva y rentable la democracia. Depende de nosotros. Este 1 de julio salgamos a votar y demos testimonio de nuestro amor a México y hagamos desde ahí, y de forma permanente, de la ciudadanía responsable y activa el motor de transformación nacional.