Tengo a la vista un libro del profesor Yehezkel Dror, que tuve que abordar durante mi maestría en Gestión Pública en España, “La capacidad de gobernar”, que a pesar de haber sido escrito hace más de 20 años aún tiene enorme vigencia.
Dror señalaba que “los gobiernos, absortos en los problemas cotidianos y las dificultades políticas, son muchas veces incapaces de tomar decisiones a largo plazo”. En un punto histórico donde la globalización empezaba a mostrar su dinámica arrasadora y generaba alternativas de futuro extremadamente inciertas, Dror ponía el acento en la urgencia de conformar equipos profesionalizados en la gestión de crisis, capaces de “pensar lo impensable” y de “tender puentes entre el conocimiento y los temas concretos, y entre éstos y el pensamiento orientado a la acción estratégica para aprovechar las oportunidades y minimizar los riesgos”.
Todo esto conlleva importantes lecciones que explican lo que pasa con el gobierno mexicano, un gobierno empeñado en atender la sobrecarga de problemas rutinarios, pero incapaz de imaginar aquellos acontecimientos que pueden provocar serios dilemas a la gobernabilidad.
El gobierno del Presidente Peña Nieto actúa de manera reactiva, inercial, administra la cosa pública con “el periódico del día”. No sólo no ha logrado dotarse de un laboratorio propio de ideas y de construcción de estrategias de futuro, sino que está alejado, muchas veces confrontado, con los “tanques de pensamiento”, que son grupos de investigadores ligados a la sociedad civil o a las instituciones académicas, especializados en la reflexión intelectual sobre asuntos de política exterior, seguridad nacional, estrategia política, desarrollo económico, política social, tecnología o cultura.
Las consecuencias están a la vista: México construyó un modelo exportador extremadamente dependiente de Estados Unidos –que concentra 80% de nuestras ventas al exterior–, y olvidó la importancia de diversificar sus relaciones comerciales y fortalecer el mercado interno. No supo identificar los posibles impactos del arribo a la presidencia del vecino país de un declarado enemigo de México, como Trump, que hoy amenaza con echar para atrás el Tratado de Libre Comercio, retirar inversiones de empresas norteamericanas con resultados impredecibles para los niveles de empleo y prosperidad de diversas regiones del país, que ha anunciado su decisión de construir un muro en la frontera norte que implicaría cerrar la “válvula de escape” que representa la migración ilegal de mano de obra mexicana, y de expulsar de EU a millones de connacionales, lo que tendría consecuencias negativas para un millón 300 mil hogares mexicanos, que dependen de las remesas para sobrevivir, además de crear una grave crisis social y humanitaria.
Estamos pagando las consecuencias de varias décadas de equipos de gobierno caracterizados por un déficit de imaginación del futuro, incapaces de utilizar el conocimiento científico para pensar con visión prospectiva.
Érika Ruiz Sandoval, investigadora del CIDE y del ITAM, ha advertido que el arribo de Trump a la presidencia del país más poderoso del mundo, representa mucho más que un asunto coyuntural. Asistimos a un cambio de época, al fin de una larga ola de 70 años de prosperidad basada en el libre comercio. “El viraje hubiera ocurrido también –señala Ruiz– si Hillary Clinton hubiera ganado la elección, porque es una transformación de largo alcance, que tiene que ver con fenómenos que van más allá de la política interna estadounidense”.
Se trata de un cambio estructural que deriva principalmente del sentimiento que domina al votante promedio en el mundo occidental. Es la era de los “votantes indignados” que sienten que la globalización ha creado ganadores y perdedores, y ellos se sienten parte del segundo grupo, afirma la investigadora. Son estos votantes –cuya furia se dirige contra las élites políticas y económicas, los partidos tradicionales, el libre comercio y la inmigración– los que llevaron a Trump al poder, los que decidieron la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, y los que posiblemente lleven a la presidencia de Francia a una ultraderechista como Marine Le Pen. Son esos mismos “votantes indignados” los que pueden llevar a la presidencia a López Obrador en 2018.
Se acabó la época del libre comercio y de los votantes cautivos. Se acabó la época de las certezas económicas y políticas. El momento exige rediseñar la gobernación para asegurar la capacidad de hacer frente a las transformaciones globales. Todo un reto de imaginación, no sólo para los gobiernos y los partidos políticos, sino también para la sociedad civil y las instituciones académicas.
Pensemos con mirada estratégica para encontrar zonas de oportunidad en medio de las intensas transformaciones en curso. Están en juego las bases del desarrollo económico, el bienestar de los mexicanos y la preservación de nuestras instituciones democráticas.