El lunes 20 de enero inicia la segunda presidencia de Donald Trump. Su regreso a la Casa Blanca ha generado importantes preocupaciones por las medidas anunciadas con relación a México, entre ellas: la imposición de aranceles a las exportaciones mexicanas, deportaciones masivas de migrantes en situación irregular y la declaración de los cárteles de drogas mexicanos como organizaciones terroristas.

Estas acciones han despertado inquietud y generado diversas posturas, desde las más conciliadoras hasta las que promueven el enfrentamiento directo. Ante este panorama, resulta pertinente analizar las razones de fondo que explican las posturas de Trump hacia México y otros países.

Considero que existen dos motivaciones principales detrás de su actuar: una de carácter estratégico, centrada en asegurar el liderazgo comercial y político de Estados Unidos, y otra de índole política interna, dirigida a mantener el respaldo de sus principales grupos económicos y bases electorales.

Comprender estas motivaciones permite interpretar y responder de manera más efectiva al posible impacto de sus anuncios. Es clave distinguir entre aquellas medidas esenciales para los intereses económicos y políticos de Estados Unidos, especialmente ante la competencia con China y la reconfiguración de actores globales como Rusia, y aquellas declaraciones con fines políticos, que funcionan como herramientas para negociar o presionar, pero con una aplicación compleja y resultados inciertos.

Si nos enfocamos en las razones económicas y políticas, es posible identificar áreas donde Trump podría tener argumentos válidos y abrir espacios para la colaboración. Un ejemplo claro es la competencia comercial con China. La irritación hacia México surge en parte por la apertura comercial y facilitación de inversiones extranjeras en sectores estratégicos, como la industria automotriz, sin considerar que formamos parte de un bloque comercial conjunto que compite con ellos. En este sentido, deberíamos explorar formas de integrarnos aún más a las cadenas productivas regionales para fortalecer la competitividad del bloque T-MEC.

Otro ejemplo es la lucha contra los cárteles de la droga mexicanos. El crecimiento y poder de estas organizaciones representa un riesgo significativo para el estado de derecho, la seguridad y la estabilidad de empresas nacionales y extranjeras, así como para el tejido social y productivo del país. Su creciente presencia en la frontera, su influencia en algunos sectores económicos y políticos, y su capacidad económica han generado impactos negativos también en Estados Unidos, como la crisis del fentanilo y el crimen organizado transfronterizo. La expansión de estos grupos podría incluso amenazar ciertas regiones y sectores.

Es fundamental profundizar en las motivaciones subyacentes de la agenda de Trump e identificar coincidencias en aquellos ámbitos donde México resulta indispensable. Ha llegado el momento de actuar con pragmatismo, sin renunciar a nuestra dignidad ni a nuestros principios nacionales. Es tiempo de recurrir a la estrategia y la inteligencia, asegurándonos de que las preocupaciones no nos impidan ver las oportunidades que se presentan.