El estado de derecho y la fortaleza de las instituciones son elementos esenciales para el desarrollo económico y social de cualquier nación. Esta idea ha sido ampliamente discutida y defendida por los economistas Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson, quienes este 2024 han obtenido el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones sobre la importancia de las instituciones para el bienestar y la prosperidad de los países.
Su obra más reconocida, ¿Por qué fracasan los países?, ha marcado un antes y un después en la forma en que entendemos las causas del desarrollo desigual entre naciones. Un ejemplo que ilustra claramente su tesis es la diferencia abismal entre las dos mitades de la ciudad de Nogales, una parte en Sonora y la otra en Arizona. Aunque comparten geografía, cultura y características demográficas similares, las diferencias económicas, de orden, de seguridad y bienestar social entre ambas son marcadas. Según Acemoglu y Robinson, la clave para entender esta disparidad radica en la calidad de las instituciones de cada país.
En Nogales, Arizona, los ciudadanos disfrutan de un sistema legal fuerte, en el que las leyes se aplican de manera equitativa, y donde las instituciones políticas y económicas permiten una participación inclusiva de la sociedad. En contraste, en Nogales, Sonora, el desorden, la corrupción y la impunidad son fenómenos cotidianos, y los ciudadanos enfrentan enormes obstáculos para emprender o prosperar debido a un sistema político que no garantiza la aplicación efectiva de las leyes ni la protección de los derechos.
Este contraste no es exclusivo de Nogales. En todo el mundo, los países con instituciones inclusivas, donde el poder político se distribuye y las leyes se aplican de manera igualitaria, tienden a prosperar. En cambio, aquellos con instituciones extractivas, donde una élite concentra el poder y las decisiones económicas, sufren altos niveles de desigualdad, corrupción y bajo crecimiento económico.
El Premio Nobel otorgado a Acemoglu, Robinson y Johnson reconoce precisamente el impacto transformador que tienen las instituciones en el desarrollo de las naciones. Estos economistas han demostrado, a través de estudios históricos y empíricos, que el crecimiento sostenible y la prosperidad no dependen tanto de los recursos naturales, sino de la capacidad de una sociedad para construir instituciones políticas y económicas sólidas, inclusivas y transparentes.
En su investigación, los galardonados señalan que la separación de poderes y el cumplimiento del estado de derecho son fundamentales para evitar la concentración del poder y garantizar el bienestar general. La historia ha mostrado que cuando las instituciones permiten que solo una élite controle las decisiones políticas y económicas, el resultado es la perpetuación de la desigualdad y la inestabilidad. Por el contrario, cuando se garantiza la participación de diferentes grupos en la toma de decisiones, las sociedades tienden a ser más prósperas, equitativas y estables.
Acemoglu y Robinson han señalado que el estado de derecho no es solo un concepto abstracto, sino un principio práctico que, cuando se aplica correctamente, permite a las sociedades prosperar.
El reconocimiento del Premio Nobel de Economía a estos autores subraya la importancia crucial de fortalecer nuestras instituciones. Las lecciones de su investigación son un llamado urgente para proteger y fortalecer nuestras instituciones en tiempos de incertidumbre política. ¿Lo entederemos los mexicanos?