La pandemia ha traído grandes costos, consecuencias y sacrificios. Los costos y consecuencias más visibles y evidentes han sido en la salud y la economía. Estamos llegando a 112 millones de personas contagiadas y 2.5 millones de muertes en el mundo. En México tenemos más de 2 millones de enfermos y 182 mil muertes, por lo menos, una caída de 8.5% del PIB nacional, la desaparición de 400 mil empresas y la pérdida de 716,665 empleos formales; además de un crecimiento de la pobreza superior a 7%.
Pero los sacrificios son aún mayores, y no se quedan contenidos desafortunadamente en la salud y la economía. Hay otras áreas sensibles afectadas que no han sido adecuadamente visibilizadas. Algunas de ellas pueden tener grandes impactos en los sectores más desprotegidos de la sociedad y con costos y consecuencias mayores en el futuro. Es el caso de estar llegando a casi un año sin clases presenciales para nuestros niños y jóvenes.
El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha denominado impacto de no tener clases presenciales como una “catástrofe generacional”.
La organización Mexicanos Primero asegura que la pandemia ya tiene un impacto significativo por el incremento exponencial del riesgo de abandono de la escuela de los niños y jóvenes, la acentuación de las brechas de desigualdad y la pérdida severa y generalizada de aprendizajes.
Además, esta organización de la sociedad civil especializada en temas educativos, nos habla también en las consecuencias en la permanencia en el sistema educativo de niños y jóvenes: en el ciclo escolar pasado la estimación oficial habla del abandono de 900 mil estudiantes, y para este ciclo están en peligro de abandono otros 4.4 millones de estudiantes de un universo de 30 millones.
Por su parte, la UNICEF advierte del impacto devastador del cierre de escuelas “afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes” y “recomienda que las escuelas sean lo último en cerrar y lo primero en abrir cuando las autoridades comiencen a suprimir las restricciones” (https://uni.cf/3r0lNsw).
Y enumera diversos efectos en la salud mental de nuestros niños y jóvenes por la cancelación de clases presenciales: “cambios en los hábitos de sueño y alimentación en los más pequeños, y angustia y depresión en los mayores, cambios que afectan el desarrollo emocional y cognitivo”.
Y afirma que de acuerdo a la “información más reciente disponible a nivel mundial indica que, con las medidas de seguridad necesarias, las escuelas no son el principal factor de transmisión en la comunidad (UNESCO-UNICEF 2020). Una revisión de la evidencia actual muestra que la educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección, los estudiantes no parecen estar expuestos a mayores riesgos de infección en comparación con el hecho de no asistir a la escuela cuando se aplican medidas de mitigación, y el personal escolar tampoco parece estar expuesto a mayores riesgos relativos en comparación con la población general”.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que “las escuelas solo deben mantenerse cerradas como último recurso y en áreas con una transmisión comunitaria intensa de la covid-19. El director de la OMS, Tedros Adhanon Gebreyesus, afirma que “no hay riesgo cero”, pero con las medidas adecuadas se puede mantener a los niños seguros. Dice que “dadas las devastadoras consecuencias para los niños, los jóvenes y la sociedad en su conjunto, la decisión de cerrar las escuelas debe ser un último recurso, temporal y solo a nivel local en áreas con una transmisión intensa de covid-19” (https://bit.ly/3pP6gue).
Es urgente que nuestras autoridades educativas y de salud reaccionen y planteen un regreso gradual y seguro a clases presenciales. No será fácil lograrlo, tampoco estará ajeno a riesgos, pero lo que no podemos hacer es darle la espalda a millones de niños y jóvenes que pueden sufrir consecuencias importantes en su salud mental y social, en el acceso a la educación y la adquisición de conocimientos.
Reaccionemos ya, regresemos, pero, por favor, no a lo mismo. Ojalá que tanto sufrimiento no haya sido en vano.