En un mundo marcado por las diferencias, la polarización y el odio que están provocando problemas para los acuerdos en nuestras sociedades, la inclusión puede ser una alternativa para recuperar la idea de compartir una visión común.
Hoy en día, está surgiendo un movimiento en diversas ciudades que propone impulsar la inclusión radical como un nuevo paradigma de las comunidades urbanas, entendida esta como una propuesta de los gobiernos y los ciudadanos para “implementar políticas públicas ágiles, cuya flexibilidad y adaptabilidad permita a la sociedad renovarse junto con los retos que enfrenta (https://bit.ly/3Qt0nSh).
Para ello debemos de partir de una idea básica: observar y escuchar. “Para avanzar hacia la ciudad inclusiva del futuro se deben identificar (y admitir) las barreras existentes del presente; agitar las conciencias de los gobiernos locales para que estos aseguren una auténtica participación en la materia, escuchando, comprendiendo y sensibilizando; aprovechar los beneficios de las tecnologías digitales en cuanto a data, pero también en cuanto a servicios y tener como objetivo una inclusión radical, en la que desaparezcan las barreras sociales, físicas e institucionales” (https://bit.ly/3n6kEj3).
Las ciudades han caído en inercias de desarrollo excluyente. “Una ciudad convencional tiene estructuras, reglas y normas que pueden ser injustas. Las ciudades tienen límites sobre dónde pueden ir ciertas personas y qué pueden hacer. Todo ello se refleja de alguna manera en los valores subyacentes de sus ciudadanos. Una ciudad radical incluye a todos, sin importar cómo se ven, quiénes son y qué pueden o no pueden hacer” (https://bit.ly/3n0ZQJE).
Crear una ciudad con inclusión radical no es solo trabajar en la eliminación de barreras, sino también en resiliencia urbana, en cómo las ciudades pueden adaptarse a la diversidad a lo largo de una vida de cambio.
De acuerdo al Banco Mundial, la inclusión radical debe de considerar al menos tres dimensiones:
- Inclusión espacial: la inclusión urbana demanda proporcionar servicios asequibles, como vivienda, agua y saneamiento.
- Inclusión social: una ciudad inclusiva debe garantizar igualdad de derechos y participación para todos, incluidas las personas más marginadas.
- Inclusión económica: generar empleos y darles a los residentes urbanos la oportunidad de disfrutar de los beneficios del crecimiento económico es un componente crucial de la inclusión urbana en general (https://bit.ly/3O6ENBb).
Hay algunos ejemplos de avances. Nueva York tiene un amplio programa de accesibilidad de todos los espacios urbanos bajo el concepto de diseño universal de entornos, y otro programa que conecta personas con discapacidades o marginadas con el mercado laboral (NYC at Work). En Medellín se tiene un programa orientado a lograr que 7,000 alumnos que abandonaron la escuela sean reintegrados con éxito al sistema escolar al ocuparse de cada uno de ellos individualmente (https://bit.ly/3xDdh7G).
El urbanismo contemporáneo busca un enfoque ¨más inclusivo y respetuoso con el medio ambiente, con cabida para todo tipo de vehículos (también bicicletas o patinetes) y personas (adultos, niños en cochecito o personas con movilidad reducida). El modelo definitivo serían las ciudades peatonales, en las que los centros de las ciudades tienen redes enteras de calles libres de automóviles. El centro de la ciudad de Venecia, con su particular orografía, es uno de ellos. Copenhague y su creciente red de calles peatonales es otro ejemplo de este cambio. También en Barcelona se han puesto en marcha medidas para promover la movilidad sostenible¨. Se busca recuperar espacios urbanos para las personas.
Además estos nuevos enfoques promueven la economía local. En Copenhague se realizó un estudio ¨que arrojó conclusiones muy claras: los peatones y ciclistas generan alrededor del 50% de los ingresos de los minoristas en los centros de las ciudades más grandes y el 25% en los más pequeños (https://bit.ly/39EGjvs).
Llegó el momento de repensar nuestras comunidades bajo el nuevo paradigma privilegiando lo común a través de la inclusión radical, esto es, comprometernos en un esfuerzo verdadero para que todos tengan acceso a los beneficios de los espacios y las oportunidades en nuestras ciudades. Es momento de enfrentar la polarización y el odio, con la fuerza de la comunidad y el conocimiento compartido.