Al momento de escribir estas líneas, la pandemia de Covid-19 ha infectado a más de 15 millones de personas en el mundo y cobrado la vida de 625 mil.
La emergencia sanitaria ha puesto a prueba las estructuras políticas, la capacidad de gobernar y las reservas de imaginación de los líderes públicos para responder, de manera oportuna y flexible, a una crisis cuya magnitud no podemos todavía calcular.
Ha exhibido las asimetrías imperantes y el carácter injusto de un sistema económico que concentra las posibilidades de bienestar en un sector minoritario de la sociedad.
Ha desnudado todo lo que nos falta por hacer para garantizar, a todos los habitantes de este planeta, un acceso efectivo a los derechos inherentes a una ciudadanía plena, entre ellos, por supuesto, el derecho a la salud.
Existe evidencia de que la pandemia está golpeando con especial fuerza a los más desprotegidos.
Esto ha sido muy visible en los Estados Unidos, donde la mayor parte de los contagios y muertes se han concentrado en latinos y afroamericanos, los más excluidos y quienes cuentan con los peores servicios de salud.
En México, la pandemia ha seguido también la ruta de la desigualdad. Así lo advierten las Naciones Unidas (PNUD), que han observado el alto nivel de vulnerabilidad que enfrentan trabajadores informales, personas en pobreza, indígenas, población rural y migrantes.
Ha sido en el México profundo, como lo han documentado diversos reportajes, donde se experimentan los mayores sufrimientos, donde hay más temor a contagiarse y morir, donde más mexicanos se han quedado sin ingresos.
Ellos no han podido quedarse en casa, porque tienen que sobrevivir.
Hay historias de familias que han incurrido en gastos catastróficos al endeudarse para pagar un tratamiento médico privado ante el desmantelamiento del Seguro Popular; que han sacrificado sus precarios ahorros o comprometido su patrimonio para cubrir los servicios funerarios de un ser querido.
En México, a reserva de un análisis más profundo, podemos afirmar que ha sido en la base de la pirámide social donde se concentran los más de 42 mil muertos y los más de 365 mil contagiados.
De acuerdo con la ONU, más del 70% de las defunciones están ligadas a comorbilidades, entre ellas hipertensión, diabetes, obesidad, problemas renales, que afectan, sobre todo, a los mexicanos de escasos recursos.
Sabemos que los malos hábitos alimenticios no son culpa del gobierno. Sin embargo, es de esperar que las autoridades propongan acciones para modelar las conductas sociales y construir soluciones. Para eso se tiene el poder que confiere el manejo de las políticas públicas.
A cambio, se emite un decálogo que invita a la población a hacer ejercicio y comer frutas y verduras, mientras el subsecretario López Gatell responsabiliza a la industria refresquera, como si el problema no fuera más complejo e intervinieran condicionantes relacionadas con la falta de recursos de las familias más pobres para tener acceso a una dieta nutritiva y de calidad.
Esto sucede, mientras en los primeros cinco meses del año, el gobierno federal le recortó 232 millones de pesos, la mitad del presupuesto, a los programas para la prevención y control del sobrepeso, la obesidad y la diabetes.
No quisiera cerrar, sin decir que me parece muy preocupante que las autoridades federales hayan burocratizado la gestión de la pandemia y la hayan convertido en la administración de una serie de estadísticas, olvidando su impacto profundamente humano: la pérdida irreparable de vidas, el desempleo, la pobreza, un elevador social que se ha quedado varado, quizás por largo tiempo.
Nos seguimos moviendo en el marco de una gran incertidumbre frente al alto nivel de muertes y contagios, producto de una reapertura caótica por la falta de liderazgo gubernamental y la ausencia de coordinación entre órdenes de gobierno, pero también por la irresponsabilidad de la propia gente.
Hoy más que nunca, amable lector, te invito a cumplir con la parte que nos toca a los ciudadanos: usar cubrebocas, cuyo efecto protector está ampliamente demostrado, lavarse las manos varias veces al día y mantener, en todo lo posible, el distanciamiento social. Así que, por favor, si te es posible, quédate en casa.