México y Estados Unidos están unidos por lazos muy poderosos.
En 2019 el intercambio comercial total de México con EU marcó un nuevo máximo histórico ascendiendo a 614 mil millones de dólares (México es ya el principal socio comercial del vecino país); 38.5 millones de personas de origen mexicano radican en EU, de acuerdo con la Encuesta de Población Actual; en 2019 los paisanos enviaron a sus comunidades y hogares en México más de 36 mil millones de dólares por concepto de remesas.
Hay también una larga lista de agravios: las invasiones norteamericanas en el siglo XIX llevaron a que México perdiera más de la mitad de su territorio. No es casualidad que predominara durante casi todo el siglo XX el “nacionalismo revolucionario”, una ideología sustentada en la defensa de la “soberanía nacional” ante las amenazas del “imperialismo”.
El mundo ha cambiado radicalmente en los últimos 40 años: México abrió sus fronteras al mundo y en 1994 firmó un tratado comercial con EU y Canadá que permitió crear en Norteamérica una de las áreas económicas de mayor dinamismo a nivel internacional.
Fuera de toda previsión, ya que se pensaba que un gobierno de “izquierda” adoptaría naturalmente una posición antiglobalización, lo cierto es que el presidente López Obrador ha mostrado una inusual disposición a continuar y profundizar los lazos comerciales y arribar a un nuevo arreglo, el T-MEC.
El anterior TLC, había sido señalado por el presidente Trump, como “el peor tratado del mundo”, como un instrumento ventajoso para México y perjudicial para la economía y los trabajadores de su país.
Hubo un momento en que existió el peligro de que nos quedáramos sin tratado debido a la actitud intransigente de Trump, lo cual hubiera sido devastador para la economía mexicana.
No obstante, el equipo negociador de México, donde confluyeron funcionarios del nuevo gobierno y también del anterior, actuó con enorme flexibilidad y logró acordar los términos de un nuevo pacto comercial tripartita.
Dicho tratado, que contiene requisitos y condicionantes laborales y ambientales que antes no existían, ha entrado en vigor el pasado 1 de julio y se ha convertido en el pretexto para que Trump invite al presidente de México a realizar una visita que se llevará a cabo el 8 y 9 de este mes.
Esto ha sido motivo de una encendida polémica. Quienes apoyan su visita a EU, consideran que AMLO no puede dejar de encontrarse personalmente con el líder de la nación más importante para nuestra política exterior.
Frente a Trump, López Obrador ha actuado con enorme pragmatismo, ha optado por la vía de la conciliación, sabiendo que toda confrontación, incluso verbal, puede tener graves consecuencias para la relación bilateral.
En el fondo parece existir una cierta identidad entre ambos mandatarios (Trump llama a AMLO “nice guy”), ambos de vena populista, adversos a la prensa crítica y los contrapesos, maestros del discurso polarizador.
Trump no se ha cansado de valorar el papel positivo que el gobierno de México está realizando en la contención de la migración ilegal a través del uso de 27 mil elementos de la Guardia Nacional, algo que muchos han interpretado como un gesto de sometimiento a los dictados del presidente norteamericano.
Quienes se oponen a que AMLO vaya a Washington, apuntan que su apuesta de anclar la recuperación mexicana al motor de la economía estadounidense la cual recibirá una inyección de cerca de tres billones de dólares, luce inviable, a la luz de la enorme desconfianza que despierta la 4T entre los inversionistas.
Se considera AMLO juega con fuego al meterse al terreno de un político agresivo e impredecible que busca, desesperadamente, recuperar terreno en la carrera por la reelección presidencial de noviembre próximo donde marcha 14 puntos debajo de su competidor demócrata, Joseph Biden.
Otros consideran una falta de respeto a la dignidad nacional que se reúna con un político que ha insultado reiteradamente a México y sus connacionales. Otros, le piden que para que no se interprete la visita como un abierto espaldarazo a las intenciones electorales de Trump, AMLO se entreviste también con Biden u otros líderes demócratas lo que, al parecer, no sucederá.
Los demócratas, quienes pueden ganar la presidencia de los EU ante la cuestionada gestión de la pandemia por parte del gobierno de Trump, no olvidarán fácilmente que AMLO acudió en un momento crítico al auxilio del magnate. Ante un panorama tan complejo, esperamos le vaya bien al presidente mexicano y, sobre todo, que prevalezca el interés y la dignidad nacional. Vamos a ver el tamaño del Presidente.