Como si no fuera suficiente con el durísimo impacto que ha provocado la pandemia por coronavirus en los Estados Unidos, ya que al momento se registran más de 1 millón 860 mil contagios y cerca de 108 mil muertos, ahora un caso de brutalidad policíaca, en el contexto de un largo historial de abusos de las fuerzas del orden contra la población negra, ha sumido a ese país en una oleada de protestas que abarca más de 100 ciudades.
En Minneapolis, Minnesota, George Floyd, un afroamericano acusado de pagar una compra con un billete falso de 20 dólares, fue asfixiado con la rodilla en el cuello por un policía blanco.
Las imágenes del asesinato, filmadas a través de celulares de testigos presenciales, se viralizaron rápidamente en las redes sociales y los medios informativos, desatando la indignación y provocando movilizaciones que derivaron incluso en saqueos y actos vandálicos.
Millones de norteamericanos de todos los orígenes étnicos han marchado para repudiar el racismo, unidos por un mismo lema “Black lives matter” (“las vidas negras importan”). ¿Por qué la muerte de George Floyd ha desatado protestas cuya dimensión no se veía desde 1968, cuando fue asesinado Martin Luther King, prócer de la defensa de los derechos civiles de la población negra en Estados Unidos? Sin duda, esto obedece a la convergencia de varios factores.
En primer lugar, es un hecho que medio siglo después de la vergonzosa segregación, el racismo es un fenómeno mucho más residual en EEUU y se han ampliado las oportunidades para los afroamericanos. No obstante, las brechas entre blancos y negros se han ensanchado, abriendo paso a una discriminación más sutil pero aún preocupante. Revisemos algunos datos.
Los niños y jóvenes afroamericanos reciben una enseñanza de peor calidad y tienden a abandonar sus estudios con mucho mayor frecuencia. Y por ello, gozan de menos opciones que los blancos de acceder a la universidad y aún menos a las de mayor prestigio. Solo 7% de los estudiantes de primer año en las 468 mejores instituciones educativas de nivel superior de los Estados Unidos, son negros; 75% son blancos.
De acuerdo con el Censo de los EEUU de 2016, 26.2% de la población negra vive en condiciones de pobreza contra 12.4% de la población blanca. Hay una larga acumulación de agravios sociales.
En segundo lugar, la población negra ha sido mucho más afectada por la pandemia. En Chicago, por ejemplo, los afroamericanos representan alrededor del 70% de las muertes relacionadas con Covid-19, cuando constituyen tan solo el 32% de la población, y esa es la tónica en la mayor parte del país.
De acuerdo con The Washington Post, las estimaciones epidemiológicas y demográficas apuntan a que, las zonas con mayor composición de población negra, tienen tres veces más contagios de coronavirus y seis veces más muertes en contraste con las zonas con predominio de población blanca.
Voceros gubernamentales señalan que la alta mortalidad entre los negros se debe a que tienen mayores factores de riesgo (diabetes, hipertensión y obesidad). Sin embargo, esto equivale a “culpar a las víctimas”. Lo que está de fondo es que los ciudadanos de color viven en peores condiciones sanitarias, reciben peor atención médica y se desempeñan en empleos altamente expuestos a contagio.
Esta es la dura realidad de la discriminación en los Estados Unidos contra la que hoy están alzando la voz miles y miles de norteamericanos.
La respuesta de Trump ha sido utilizar a la policía, la Guardia Nacional e incluso el FBI y la DEA para reprimir las protestas y ha amenazado, incluso, con echar mano del ejército lo que ha provocado el más amplio repudio, incluso de expresidentes republicanos, como George Bush, quien ha llamado a “examinar nuestros trágicos fracasos y escuchar a los manifestantes que marchan por un futuro mejor”.
Trump parece estar dispuesto a incendiar al país para lograr la reelección, a fracturar aún más la unidad nacional; su ambición rebasa cualquier sentido de cordura. Es un hombre controversial, pero también un lobo con extraordinario olfato político y sobradas dotes mediáticas que sabe cómo polarizar y confrontar y cómo generar los símbolos necesarios para movilizar a su electorado duro (los blancos anglosajones).
Ojalá se imponga la razón, por el bien del pueblo de los Estados Unidos y, muy especialmente, de los ciudadanos afroamericanos cuyas demandas son justas. Nuestro vecino del norte necesita una real y justa conciliación interna.