“Nos fuimos a dormir en un mundo, y nos despertamos en otro. De repente Disney ya no tiene magia, París ya no es romántica, ahora Nueva York sí duerme y ningún camino quiere conducir a Roma, la muralla china ya no es una fortaleza y la Meca está vacía. Los abrazos y besos se transformaron en armas, y dejar de visitar a nuestros padres y amigos se ha transformado en un acto de amor. De repente, te das cuenta que el poder, la belleza y el dinero no sirven para nada y no garantizan el oxígeno necesario para sobrevivir”.
Este texto estremecedor de Alexis Espósito habla de un mundo convulsionado por la pandemia, de un mundo que ya no será igual al terminar la emergencia atravesado por profundos cambios entre los cuales identifico los siguientes:
- En términos sanitarios asistiremos a una cooperación global sin precedentes entre países, porque solo así lograremos atender los nuevos retos epidemiológicos que surgirán en el futuro. Como señala el influyente pensador israelí Yuval Noah Harari: “no son tiempos para pensar en términos de nacionalismos ni ventajas sanitarias monopólicas, sino de actuar más globalmente que nunca”.
- La preocupación por la propagación de esta y futuras pandemias, llevará a la creación de una nueva forma de certificación: el pasaporte de salud digital, que jugará un papel central en la posibilidad de desplazarse a nivel internacional e, incluso, al interior de algunos países. Dicho pasaporte estará disponible en nuestros dispositivos móviles y permitirá generar un pasaporte o salvoconducto como condición para el acceso a conciertos, eventos deportivos, autobuses o aviones. Este instrumento requerirá de una alta confianza de los ciudadanos en las instituciones.
- Nos moveremos entre la vigilancia totalitaria y la protección de las libertades ciudadanas, porque si algo ha demostrado esta pandemia es la capacidad de los gobiernos para monitorear a su población en tiempo real utilizando sensores y poderosos algoritmos, China e Israel son casos destacados. El riesgo es que esos instrumentos se utilicen cada vez más para reprimir a los disidentes y manipular políticamente a grandes masas. Se abrirá espacio para una fuerte batalla entre los defensores de los derechos humanos y los Estados para garantizar la privacidad de las redes sociales y mantener a los ciudadanos a salvo de las tecnologías de vigilancia masiva.
- Lo que ha dejado en evidencia esta crisis es la existencia de una enorme precariedad laboral que deja en la más absoluta indefensión a millones de seres humanos. Ello fortalecerá la discusión sobre la pertinencia de construir redes mínimas de protección social, avanzar hacia sistemas de salud de carácter universal y crear un Ingreso Básico Universal.
- El teletrabajo o trabajo a domicilio ha demostrado ser una eficaz alternativa para evitar la paralización de las actividades económicas por el cierre obligado de oficinas e instalaciones. Muchas empresas optarán por mantener y ampliar este esquema laboral debido a sus probados efectos en el bienestar de los trabajadores, una mayor cohesión familiar y la reducción de costos.
- El miedo social y la crítica a la respuesta gubernamental a la pandemia, promoverá el ascenso de gobiernos autoritarios y líderes mesiánicos con graves desafíos para la democracia.
- La pandemia podría desembocar en una sociedad más cohesionada y con más apoyo mutuo, pero también en un fortalecimiento del individualismo atizado por el miedo al contagio. La crisis sanitaria ha sido una fuente de renovado activismo ciudadano; sin embargo, por otro lado, ha generado prejuicios y actitudes de discriminación y rechazo que dañan el tejido social.
- Se multiplicarán las voces que llaman a una revisión a fondo del modelo neoliberal. Si algo nos está enseñando esta crisis, dice Emanuele Felice, es que el sistema económico debe estar al servicio de los derechos humanos fundamentales como el empleo, la salud y la educación, y el cuidado del medio ambiente y no al revés.
Otros, menos optimistas, opinan que contaremos a nuestros muertos y lamentaremos la devastación de nuestras economías; pero regresaremos inercialmente a la austeridad y a la desigualdad de la riqueza.
Estos son algunos de los cambios que se vislumbran como producto de una pandemia que, al día de hoy, ha provocado el contagio de más de tres millones de personas y la muerte de un cuarto de millón de personas.