El video se volvió sumamente popular en las redes sociales y en los espacios noticiosos, y debo decir que me conmocionó profundamente.
Ramón Sesma Coronado, dueño de tres restaurantes de la cadena Chiltepinos en Hermosillo, reúne a sus 80 empleados para decirles: “Me duele el corazón decirles que es la última vez que puedo pagarles, sería irresponsable seguir haciéndolo porque, entonces sí, cuando se acabe esto, no van a tener una empresa dónde regresar”.
“¿Qué quieren que haga con el último dinero que me queda? ¿Se lo pago al gobierno en impuestos y Seguro Social o se lo doy a ustedes?”.
“Me da impotencia el Presidente que tenemos”, dice en medio del llanto. (Video).
Las palabras de este empresario sonorense no hacen más que reflejar, en primer lugar, la profundidad de la crisis económica cuyos estragos se están traduciendo en cierre de negocios y desempleo y, en segundo lugar, el sentimiento generalizado de decepción e irritación que prevalece en buena parte de la sociedad mexicana ante la inacción e indiferencia del gobierno.
Alguien, en medio de un gabinete ausente, le tiene que decir al Presidente López Obrador que no, no será una crisis pasajera, que todos los pronósticos de comportamiento de la economía, auguran una fuerte caída para 2020: FMI -6.6%; Banco Mundial -6.0%; Encuesta Banxico -3.9%; Moodys -3.7%.
Es probable que países como México no crezcan de aquí a 2025 (FMI) y se generen las condiciones para una nueva “década perdida”.
Alguien le tiene que decir al Presidente que 80% del empleo depende de Pymes como Chiltepinos, y que el crédito de 25 mil pesos que está ofreciendo su gobierno a pequeñas empresas familiares apenas alcanza para pagar siete salarios mínimos, ¿y el pago de la renta, de la materia prima, de la luz, de los impuestos, de dónde sale?
Alguien le tiene que decir que entre los más afectados por la crisis están los trabajadores del sector formal que pagan impuestos y que, si esto sucede, bajará la recaudación y el gobierno simplemente no tendrá recursos para sostener su red de programas sociales para 22 millones de mexicanos.
Necesitamos que alguien se acerque a AMLO para decirle que su veneración por el presidente Franklin D. Roosevelt, quien sacó a EU de la gran depresión económica, debe honrarse con hechos y no con retórica.
Porque hasta ahora López Obrador ha hecho precisamente lo contrario del prócer norteamericano al negarse a aplicar un auténtico plan contracíclico, como lo están haciendo la mayoría de los países.
El periodista José Yuste ilustra esta contradicción: “Es curioso que un gobierno de izquierda, que tendería a aplicar políticas keynesianas de estímulos a la economía, se comporte como el de mayor ortodoxia financiera”.
Resulta paradójico que mejor el FMI, organismo emblemático del odiado neoliberalismo, abogue por la intervención decidida del Estado para aminorar el impacto económico de la pandemia.
En cambio, como señala el Financial Times, la receta de López Obrador para la economía en crisis de su país es más austeridad.
Un Presidente “estatista” podría acabar con el Estado, dice el analista Martín Vivanco (El Universal, 16 abril).
Y mientras la aprobación al Presidente ha entrado a zona negativa y, se prevé, seguirá bajando hacia los próximos meses en función del impacto económico, social y humano de la pandemia, López Obrador continúa haciendo caso omiso de los llamados a la unidad nacional para diseñar un auténtico plan emergente de apoyo a las Pymes y al empleo.
Y mientras la aprobación al Presidente ha entrado a zona negativa y, se prevé, seguirá bajando hacia los próximos meses en función del impacto económico, social y humano de la pandemia, López Obrador continúa haciendo caso omiso de los llamados a la unidad nacional para diseñar un auténtico plan emergente de apoyo a las Pymes y al empleo.
Alguien, de confianza y con la suficiente cordura, debe aproximarse al Presidente para decirle que la impericia y falta de visión con la que su gobierno está encarando la situación, llevará precisamente a un crecimiento de las personas en situación de pobreza y vulnerabilidad social en México, en sentido contrario a los propósitos de la 4T.
Y que, junto con esa mayor pobreza, vendrá de la mano también una mayor ruptura del tejido social, inseguridad, desesperación social e irritación contra el gobierno, los partidos y las instituciones abriendo paso a nuevos liderazgos no democráticos tipo Bolsonaro.
La profundidad de la crisis obliga a dejar atrás viejos prejuicios y clichés ideológicos para actuar con un sentido creativo y sensible. Es la única manera de sacar adelante a México. Espero el Presidente lo entienda. Lo necesitamos.