Los presupuestos son la herramienta fundamental para el logro de los objetivos de gobierno, revelan el fondo de un proyecto político, indican la hoja de ruta que seguirá una administración. Los presupuestos señalan en qué punto del espectro político se encuentra quien los elabora, sus prioridades, la manera como piensa abordar la tensión que siempre existe entre estabilidad y cambio, la promesa y la realidad.
La elaboración de presupuestos es una de las tareas más complejas de quien hace política pública: exige dominio preciso de las herramientas macroeconómicas, capacidad para reflejar o en su caso atemperar demandas y presiones sociales, habilidad para negociar con poderes fácticos, congresos, gobernadores, partidos políticos, empresarios, entre otros actores.
El gobierno de AMLO ha propuesto para 2019 un presupuesto de 5.8 billones de pesos; el gasto neto del sector público crecerá 6.1% en términos reales con respecto a 2018, así que no podemos hablar necesariamente de austeridad republicana, como lo pregonan los voceros oficiales. El precio del barril de petróleo se calculó en 55 dólares, una apuesta arriesgada puesto que al día de hoy es de 49 dólares y puede descender aún más si Estados Unidos entra en recesión el próximo año, como prevén algunos analistas.
No obstante, el paquete económico 2019 fue bien recibido porque muestra compromiso con los equilibrios macroeconómicos, y ello se refleja en el comportamiento positivo del tipo de cambio que se ha mantenido ligeramente por arriba de los 20 pesos por dólar.
Sin embargo, nada garantiza que la disciplina se mantenga y que se terminen cumpliendo las metas al pie de la letra. La experiencia en los seis años de la Administración de Peña Nieto fue muy negativa, ya que los gastos del gobierno excedieron todos los años lo autorizado por el Congreso y se continuó con el engrosamiento de la burocracia federal.
¿Qué caracteriza al presupuesto 2019 del gobierno de la Cuarta Transformación? Hay, de arranque, una importante reasignación de recursos hacia los proyectos prioritarios que el Presidente López Obrador planteó en su campaña, los cuales recibirán cerca de 250 mil millones de pesos.
Estos recursos se enfocarán a energía (construcción de la refinería de Dos Bocas en Tabasco), a la construcción del polémico Tren Maya, al Ejército y hacia los programas sociales emblemáticos del nuevo gobierno: pensión para adultos mayores, becas para jóvenes que no estudian ni trabajan, apoyos económicos para personas con discapacidad, siembra de un millón de hectáreas de árboles maderables y frutales, reconstrucción de vivienda dañada por los sismos de septiembre de 2017, entre otros.
Nadie puede cuestionar el imperativo moral de voltear la mirada hacia el sur-sureste -la región más marginada del país-, hacia las comunidades campesinas, hacia sectores de la población altamente vulnerables a conductas de riesgo como los jóvenes o francamente excluidos como los indígenas y las personas con discapacidad. Era necesario romper con muchos años de indiferencia y olvido. Nadie lo pone en duda.
Pero lo que discutible es que se le disminuyan los recursos a políticas públicas que han mostrado buenos resultados, como Prospera (con más de 20 años de existencia) y que los programas sociales de la Cuarta Transformación carezcan de un mínimo de institucionalidad: reglas de operación, padrones de dominio público, evaluaciones de impacto. Se corre el riesgo de su manejo clientelar.
Por otra parte, los grandes proyectos de infraestructura fueron sometidos a “consultas populares”, además no existen estudios de impacto ambiental para el Tren Maya y se decide construir una nueva refinería en un momento en el que las naciones desarrolladas están inmersas en una ruta, cada vez más firme, hacia el uso intensivo de energías limpias.
Hay un tema que preocupa en la construcción de este presupuesto 2019: ante las protestas por el recorte de recursos a las universidades públicas, al campo, programas de género y cultura, los diputados de Morena decidieron crear una bolsa adicional de 23 mil millones de pesos de ingresos, a través del rastreo de empresas fantasma y facturas fraudulentas.
Seguramente la abrumadora mayoría legislativa con que cuenta en ambas cámaras, le dará a Morena todo el margen para aprobar, sin problemas, el presupuesto de egresos presentado por el Ejecutivo.
Ojalá que esto no signifique una regresión para imponer una visión única de país y de sus políticas públicas. Nadie desea el renacimiento del viejo sistema de partido único con una fuerza política capaz de imponer su agenda sin escuchar a las demás voces que enriqucen nuestra democracia.