Construir expectativas sociales es parte esencial de las campañas. Quien aspira a conquistar un cargo de elección popular debe mostrar cualidades políticas y morales más elevadas que las de sus rivales. Debe ofrecer, también, más bienes públicos y plantear, con claridad, cómo piensa crearlos, distribuirlos y hacerlos sostenibles.
He ahí el secreto de la indiscutible victoria de AMLO y Morena: sobre las ruinas del gobierno que concluye, ofrecieron la recuperación ética del ejercicio del poder; soluciones a la violencia y la inseguridad que no pasan, necesariamente, por un mayor uso de la fuerza pública sino por la reconciliación y la reconstrucción del tejido social; austeridad republicana frente al derroche; una economía que crece a tasas elevadas y que se sustenta en una prosperidad compartida con los más pobres.
Los qués están ahí, los cómos, los están definiendo en el camino.
Este próximo gobierno arrancará en diciembre con un enorme consenso social, sustentado en un número de votos sin precedentes, y la figura y carisma de un hombre fuerte como López Obrador. Todas estas parecen condiciones muy favorables para administrar los anhelos de una sociedad que está ansiosa de cambio profundos y urgentes.
De acuerdo con una encuesta del periódico Reforma de finales de julio pasado, 62% de los mexicanos tiene esperanzas en el gobierno de AMLO. El 68% se dice optimista del futuro del país con el gobierno que entrará en funciones el 1 de diciembre próximo. 62% considera que va a mejorar la economía; 61% la calidad de la educación; 60% la calidad de los servicios de salud; 57% la calidad de vida de los mexicanos; 54% la seguridad; 53% la economía familiar y 52% la procuración de justicia.
60% piensa que van a aumentar los empleos; 47% la inversión en el país; 47% la protección de los derechos humanos y 42% la libertad de expresión. 5 de cada 10 opina que López Obrador va a cumplir la totalidad o la mayoría de sus promesas.
No tengo el tiempo ni la capacidad para emitir recomendaciones específicas al nuevo gobierno para cumplir con este caudal de ciudadanos ansiosos de un cambio de fondo, pero sí puedo ver con claridad qué es lo que puede dejar de hacer para destruir esa esperanza social.
Primero, no llevar a cabo una revisión exhaustiva de los escándalos de corrupción del actual gobierno y delimitar responsabilidades (el caso de Rosario Robles es ya una especie de clamor nacional). Aquí no puede haber ni perdón ni vuelta a la página. Es una herida sangrante y un agravio constante para todos. También deben de anunciarse nuevas estrategias, prácticas y andamiajes jurídicos e institucionales para prevenir, denunciar y castigar la corrupción.
Segundo, no acabar con los privilegios de TODA la clase política, no sólo en la nueva administración federal, esperamos lo mismo en todos los poderes y los niveles de gobierno. Debe de imponerse la austeridad, sin exagerar ni afectar las capacidades de las instituciones. Ya no queremos ver guaruras, camionetas de lujo, asistentes de más, oficinas ostentosas, grandes gastos de ceremonial y demás.
Tercero, no impulsar una mayor calidad en la forma de hacer política, con respeto hacia los otros, proponiendo ideas y debatiéndolas, privilegiando los acuerdos en beneficio de México. La mejor manera de perder la confianza social es imponiendo aplanadoras, es polarizando el Congreso para convertirlo en una extensión de la plaza pública, con mayorías absolutas que callan, amedrentan y humillan a las minorías.
Cuarto, haciendo arreglos espurios con partidos espurios, como el Verde Ecologista, para asegurarle a Morena el control total de los órganos de gobierno del Poder Legislativo a cambio de … apoyo a los niños con cáncer, eso es inverosímil, es una ofensa a la inteligencia de los ciudadanos.
AMLO y su partido deben entender que el del 1 de julio fue un voto de hartazgo, un voto movido por el enojo social, por el repudio total a un régimen agotado por la ineficacia y la corrupción. Terminó la campaña, es la hora de gobernar, de asumir responsabilidades, de dar la cara, de mostrar de qué está hecho este nuevo liderazgo que hoy domina todos los espacios de la vida política del país.
La gente espera resultados, contundentes, visibles y palpables. Todo es de corto plazo en el ánimo del ciudadano. Ya veremos qué tan capaces son de administrar los tiempos y de dosificar el inmenso bono político que recibieron en la pasada elección. Ojalá y no olviden que nada es para siempre.