Populismo: incentivos y riesgos
La reciente 80ª Convención Bancaria en Acapulco tuvo como título “El Dilema Global: Liberalismo vs Populismo”. De acuerdo con sus organizadores, el propósito era analizar las trabas que se están configurando al libre comercio a partir de la emergencia de políticas proteccionistas, como las que promueve el gobierno de Estados Unidos bajo Donald Trump.
Sería ilusorio pensar que los dueños del dinero no estaban mirando y enviando mensajes hacia dentro. De hecho le pusieron la mesa al Presidente Peña Nieto para que éste criticara al populismo al que acusó de “esgrimir posiciones dogmáticas e ilusorias, de plantear soluciones aparentemente fáciles y mágicas, y de cerrar espacios de libertad y participación a la ciudadanía”. El Secretario de Hacienda, en el mismo foro, advirtió que “hay voces que convocan a regresar al pasado y pretenden ignorar los cambios y transformaciones que ha logrado México en años recientes”.
El destinatario directo de toda esta narrativa fue López Obrador, quien lidera las encuestas de intención de voto hacia la elección presidencial del año próximo. Los banqueros dijeron que están “dispuestos a trabajar con quien gane en 2018, siempre y cuando respete las instituciones”. Tienen serias dudas sobre AMLO, quien ha prometido que, en caso de ganar, someterá a referéndum popular las reformas estructurales de Peña Nieto, abrirá la llave del gasto gubernamental para financiar la generación de empleos, duplicará la pensión de adultos mayores (que este año costará cerca de 40,000 millones de pesos), e incorporará a “todos los jóvenes” a la educación universitaria, y así una larga lista de compromisos.
Si hiciéramos el ejercicio de ponerle pesos y centavos a las promesas que ha hecho el tabasqueño, habría serias dificultades presupuestales para llevarlas a cabo. Aunque AMLO dice que bastaría con acabar con la corrupción, los números lo contradicen. Las alternativa para cumplir lo prometido sería contratar más deuda pública y relajar la disciplina financiera que hemos construido con enormes esfuerzos a través de décadas. Se dispararía la inflación (el impuesto más caro para los pobres). En su lógica, la economía “neoliberal” debe someterse a las reglas de la voluntad política para beneficiar al “pueblo”.
De ahí la importancia de las reflexiones de Felipe González, el presidente socialista que gobernó España de 1982 a 1996, y que fue el arquitecto de la inserción de su país a la globalización y de la larga ola de prosperidad que llevó a los habitantes de la península a conquistar altísimos niveles de bienestar. Él decía: la estabilidad macroeconómica no es un asunto de “izquierdas o derechas”, es un asunto de responsabilidad política, es la base para generar un Estado con auténtica visión social, es la clave para redistribuir la riqueza en un marco de estabilidad y certidumbre.
El proyecto de AMLO “llega tarde” a la gran ola populista que dominó el escenario latinoamericano entre los años 80 y 90. El populismo viene en franco retroceso en nuestra región. El resultado ha sido desastroso para países como Venezuela, Argentina y Brasil con economías en picada y una escandalosa corrupción. El populismo va de salida en Ecuador y Perú. Bolivia es una honrosa excepción. Evo Morales ha logrado consolidar un proyecto económico con estabilidad y altas tasas de crecimiento y reducir la pobreza.
El populismo fascina a las masas en sociedades donde existen enormes asimetrías sociales. Trump ganó convocando a los “perdedores de la globalización”, los trabajadores de las industrias tradicionales (el acero, el carbón, el sector automotriz). Los populistas latinoamericanos se entronizaron convocando a los sectores más pobres y marginados, a las minorías étnicas, a los “perdedores de la economía de mercado”.
¿Por qué tiene tanto eco AMLO? Porque ha sabido explotar ese gran mercado electoral representado por millones de mexicanos agraviados por la pobreza y la corrupción, les habla en su mismo idioma, se conecta emotivamente con sus anhelos. Es un verdadero maestro de la mercadotecnia política.
Los banqueros dejaron pendientes temas torales en su reunión de Acapulco: cómo superar la pobreza, cómo forjar una sociedad más igualitaria y solidaria, cómo construir un andamiaje institucional que ponga coto a la corrupción. Ahí está el verdadero caldo de cultivo para el populismo. ¿Les preocupa López Obrador? Pues entonces quitemos los incentivos para que se siga nutriendo su discurso, lo que implica reconstruir al país desde sus bases mismas. Algo que suena francamente complicado en el muy corto plazo.
Por eso, AMLO puede ser el próximo presidente de México.