El mundo y México necesitan del pensamiento y acción de la izquierda ante la creciente desigualdad en el ingreso, que provoca graves injusticias sociales en los países. Se requiere de una filosofía que ayude a crear una nueva economía de mercado con un verdadero rostro humano, que evite los extremos y permita crear una gran clase media ilustrada y activa en los asuntos de todos.

 

Un reciente informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) revela que aunque el mundo es hoy “más rico que nunca antes”, aún existen 1,200 millones de personas que viven en la pobreza.

 

Concluye el informe que 1% de la población más acaudalada controla 40% de la riqueza total en el mundo. El estudio publicado destacó que la mitad más pobre de la población apenas posee 1% de las riquezas totales en el mundo.

 

Y en México también los datos preocupan. Según en INEGI, 39% de las personas son de clase media, 59% de las personas son clase baja y sólo 1.7% de clase alta, pero se queda con cerca del 60% de todo lo que se genera en el país.

 

Por eso es poco entendible que la izquierda mexicana siga obsesionada con una idea: la de cambiar el modelo económico hacia uno de carácter popular en el marco de un Estado interventor de carácter nacionalista que rompa con las políticas neoliberales, que asuma la rectoría de la vida social y redistribuya la riqueza” a favor de los segmentos de la población más vulnerables a partir de políticas públicas diseñadas desde el gobierno.

 

Piensan en una economía anclada solo al desarrollo del mercado interno. La globalización es sólo un dato externo, prescindible a partir de la mera voluntad política.

 

Su pensamiento y sus propuestas de acción están muy distantes de sus contrapartes europeas e incluso de las izquierdas latinoamericanas como la chilena o brasileña promotoras, sí, de la defensa de un Estado de bienestar y de los derechos sociales, pero también de políticas de mercado que aprovechen las ventajas de la globalizaciónun fenómeno arrasador e irreversible que está generando las mayores cuotas de riqueza y prosperidad de las que se tenga memoria para generar empleos y opciones de prosperidad para todos.

 

Los pobres, desde la perspectiva de nuestras izquierdas, deben ser salvados” por el Estado a través de políticas asistencialistas financiadas con inversiones masivas no importa de dónde, incluso del déficit público que deviene, finalmente, en inflación, crisis económicas y más pobreza y desigualdad.

 

México necesita una izquierda cosmopolita, capaz de entender no sólo el momento que está viviendo México, sino también el mundo; una izquierda con visión estratégica, capaz de ver más allá de la coyuntura; que valore la participación y el poder de los ciudadanos, que le tenga aprecio y respeto a la democracia, sus instituciones y sus mecanismos.

 

Una izquierda que se atreva a representar a la clase media mexicana deseosa de prosperarde acabar con la corrupción y los privilegios que le restan competitividad a nuestra economía. Un nuevo planteamiento de nación de mayor igualdad de oportunidades, con justicia socialpero sustentada en una economía de mercado competitiva y solidaria, que empodere y apoye a sus ciudadanos para que con dignidad salgan adelante con su propio esfuerzo.

 

La renovación de la dirigencia nacional del PRD que se avecina, no anuncia ni rostros ni propuestas frescasno hay esperanzas en la emergencia de una izquierda moderna, pensante, con visión de futuro. Es urgente atraer liderazgos de la sociedad que compartan una visión modernizadora y justa del futuro.

 

México sigue atrapado en las garras de una partidocracia con una democracia de bajo perfil donde los ciudadanos todavía no han logrado construir mecanismos eficaces de representación y participación en los asuntos públicos. Es urgente crear esos contrapesos desde la acción de la sociedad civil y también puede ser desde la izquierda.