Entre otras noticias importantes en el sistema partidario en México –junto con la solicitud de registro de Morena, el instrumento político de López Obrador- es, sin duda, la deserción del 80% del padrón de militantes y adherentes del PAN.
Estamos ante un fenómeno preocupante que no admite declaraciones frívolas o simplistas, como aquella que afirma que el PAN “se quedó con los militantes de ‘carne y hueso’ y no ‘de papel’”. La realidad obliga a una autocrítica seria que debe conducir, invariablemente, a un proceso de reinvención del partido.
Los plazos para llevar a cabo esta reingeniería partidista son cortos. Si el PAN no llega como un partido competitivo a los 14 procesos electorales de julio de este año, donde entre otros se disputa la gubernatura de Baja California, un estado en poder de Acción Nacional desde hace 24 años, la crisis se profundizará.
No le sirve al sistema democrático mexicano un PAN debilitado. Fue la única oposición al sistema de partido único y al autoritarismo priista, prácticamente desde su fundación en 1939 hasta la consolidación en los años setenta y ochenta de una pluralidad política que hoy es irreversible y que es cada día más compleja.
Los contrapesos al PRI ahora son más necesarios que nunca. El blanquiazul necesita posicionarse como un actor decisivo en el rumbo que tomarán las reformas, en su profundidad, viabilidad, estructura institucional, política y jurídica, y vigilar que las mismas se traduzcan en bienes públicos y no en el resurgimiento de una “Presidencia imperial”, autoritaria, que regrese a México al pasado.
Pero para incidir, para gravitar, para influir, se requiere exhibir “músculo”, fuerza, presencia legislativa y gubernativa. El PAN precisa urgentemente de la fortaleza que brinda el contar con un electorado “duro”, con una coalición ciudadana real, efectiva y propia. Hablo de una base ciudadana forjada con base en la convicción cívica, en un sentido de identidad con un proyecto de nación, en el valor de “ser” y “pertenecer” a un partido y sus causas más profundas. Ése es el reto.
El PAN viene luchando por ubicarse en el “centro político”, pero no ha logrado despojarse de su imagen de partido “conservador”, de “derecha”, “viejo”, “rígido”, que lo distancia sensiblemente de la nueva cultura política abierta, liberal, moderna, compleja, que caracteriza a los electores mexicanos de hoy.
Es la hora de crear nuevos lenguajes ciudadanos, nuevas agendas de política pública acordes con un México en constante transformación. Es la hora también de un cambio generacional en los liderazgos para abrirse a las voces y las iniciativas de las clases medias, de los jóvenes, y de la conformación de una sólida base de presencia territorial a partir de un proyecto ciudadano basado en causas significativas para el futuro de México. Se necesitan más liderazgos ciudadanos comprometidos, y menos burócratas partidistas “ciegos y sordos”
Es la hora de un nuevo PAN para los nuevos tiempos.
Es la hora también de renovarse. A partir de esta entrega cierro el ciclo de la columna Ciudadanía 2.0 y entraremos a uno que busca contribuir a la construcción de una mejor ciudadanía con base a la propuesta de proyectos, ideas, estrategias para ganar el futuro para todos. Buscaré consolidar los espacio editoriales en torno al proyecto El poder de las ideas, para aprovechar mejor la capacidad de los medios y de las nuevas tecnologías. Voy a sumar en el mismo concepto los espacios en medios impresos, radio, televisión e Internet, locales y nacionales.