En abril de 2025, la confianza del consumidor en Estados Unidos se hundió a su segundo nivel más bajo en más de medio siglo, según la Universidad de Michigan. El índice cayó a 50.8 puntos, un desplome del 11% frente a marzo y un 34% menos que en abril de 2024. Este dato no solo refleja problemas económicos, sino que enciende alarmas políticas. La caída afecta a todos: ricos y pobres, jóvenes y mayores, demócratas y republicanos. Hay un malestar profundo que cruza todo el país.

Este bajón llega en un momento crítico. El presidente Donald Trump ha redoblado su agenda económica proteccionista, centrada en proteger la industria local. Su decisión de imponer aranceles de hasta 145% a productos chinos desató una guerra comercial. China respondió con tarifas del 125% a exportaciones estadounidenses, desde granos hasta tecnología. Las consecuencias son claras: productos más caros, incertidumbre en los mercados y temor a que sectores clave, como la agricultura y la tecnología, sufran golpes aún mayores. Las empresas dudan en invertir, y los consumidores sienten el impacto en su día a día.

La encuesta de la Universidad de Michigan revela otro dato alarmante: los estadounidenses esperan una inflación del 6.7% en el próximo año, la cifra más alta desde 1981, y del 4.4% en cinco años. Esto choca con los números oficiales, que reportan una inflación del 2.4%. Pero en la calle, la percepción es distinta. La gente ve precios más altos en supermercados, gasolina y ropa, y eso les pega duro en el bolsillo. Esta sensación de que todo cuesta más alimenta el descontento.

El miedo al desempleo también crece. Más personas creen que perderán su trabajo, un nivel de preocupación no visto desde la crisis de 2009. Aunque las cifras del mercado laboral siguen estables, la percepción de fragilidad se extiende.

En economía, lo que la gente siente puede ser tan importante como los datos reales. Si los consumidores temen por su futuro, gastan menos, piden menos préstamos y evitan grandes compras. Esto puede frenar el consumo, que representa cerca del 70% de la economía de EE. UU.

Para Trump, estos números son un obstáculo serio. Su promesa de hacer a Estados Unidos autosuficiente y proteger empleos suena atractiva, pero muchos ven más problemas que soluciones. La inflación, el miedo a una recesión y los costos de su estrategia comercial están pesando en la opinión pública.

Si la confianza no repunta, el riesgo es mayor. Menos consumo significa menos crecimiento económico, justo cuando el país necesita fuerza para enfrentar tensiones globales. El desplome de la confianza no es solo un indicador económico; es un grito de alerta sobre el ánimo del país.

La Casa Blanca enfrenta una decisión clave: seguir con su postura dura o ajustar el rumbo para devolver estabilidad y esperanza a los estadounidenses.

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