Los resultados de las elecciones locales celebradas en los estados de Hidalgo y Coahuila el pasado domingo, resultaron sorpresivos. En Hidalgo, el PRI ganó 32 de los 84 municipios (gobernaba 13), entre ellos la capital, Pachuca, además de otros municipios muy importantes por su población y actividad económica como Mineral de la Reforma, Tepeji, Huejutla y Tulancingo.
Hasta antes de 2018, la oposición había mantenido una débil presencia en ese estado. En las elecciones de ese año, Morena, al amparo de la candidatura presidencial de López Obrador, surgió como una poderosa alternativa política obteniendo 52% de los votos. Esta vez solo le alcanzó para ganar 6 municipios y 5 más en coalición con otros partidos.
En Coahuila, el PRI obtuvo una victoria arrasadora, “carro completo”, al ganar los 16 distritos electorales locales que le aseguran una cómoda mayoría en el Congreso local. En términos de votos, el PRI obtuvo el 49%, Morena el 19% y el PAN 10%. ¿Qué explica estos resultados?
Primero, que cuando el presidente López Obrador no está en la boleta electoral, Morena obtiene menos votos. En 2018 él fue el factor para atraer el voto popular hacia todo tipo de candidatos en todos los niveles de la competencia política: desde alcaldes, hasta senadores, diputados locales y federales y gobernadores.
Segundo, que las elecciones locales responden a condicionantes y dinámicas distintas, donde un factor importante es la operación política de los gobernadores que actúan como jefes locales de sus respectivos partidos.
Miguel Riquelme el gobernador priísta de Coahuila, con 58.8% de aprobación, es uno de los mandatarios estatales mejor calificados del país. Es un político activo y empático con los ciudadanos. Forma parte, además, de la alianza de gobernadores que se han opuesto a la gestión de la pandemia por parte del gobierno federal y que están exigiendo un nuevo pacto fiscal.
En el caso de Hidalgo, su gobernador, el priísta Omar Fayad, no es precisamente uno de los mejor evaluados. Es un político gris, pero escenográfico. Se ha caracterizado por su complacencia hacia la 4T y AMLO.
Son otros los factores que explican la victoria del PRI en este estado. Hidalgo ha sido, históricamente, uno de los bastiones de ese partido. Semillero de algunas de las figuras priístas más relevantes como Alfonso Corona del Rosal, Adolfo Lugo Verduzco, Jesús Murillo Karam y Miguel Ángel Osorio Chong.
Por otra parte, el PRI hidalguense cuenta con una sólida estructura con presencia en todos los rincones del estado. El priísmo local se caracteriza por su disciplina y lealtad. Fuera del maremoto electoral de 2018 que arrasó con el partido, el PRI local ha vuelto a demostrar su fuerza y arraigo.
Hay que decir, por otra parte, que la participación electoral en Hidalgo fue de 49% (en 2018 fue de 63%) y que, en situaciones de abstencionismo, ganan los partidos que cuentan con mejor estructura territorial y más voto duro, este es el caso del Revolucionario Institucional.
En tercer lugar, quedó claro que Morena, además de depender excesivamente de la figura de López Obrador, está pagando la factura del enorme caos interno que está viviendo con el relevo de su dirigencia nacional. Un proceso que se ha judicializado, que muestra el grado de confrontación y división que subsiste al interior de este movimiento, así como las dificultades para institucionalizar sus estructuras y prácticas y convertirse en un auténtico partido político.
Cierro esta colaboración señalando algunas conclusiones derivadas de estos dos comicios locales: a) quienes declaraban muerto al PRI después del 2018, tendrán que revisar a fondo sus conjeturas; b) el gran perdedor es el PAN que fue relegado a la condición de tercera fuerza política; c) Morena no es invencible y su nivel de competitividad política depende fuertemente del presidente López Obrador, cuya popularidad no se transfiere de manera automática a su partido; d) es probable, por otro lado, que Morena esté sufriendo ya un desgaste producido por los resultados desfavorables de la 4T en materia económica, de seguridad y de gestión de la pandemia. Finalmente es el partido en el gobierno y el desempeño de éste define su capital político.
Las elecciones en Hidalgo y Coahuila nos hablan de que no hay ganadores y perdedores para siempre y que los escenarios hacia el 2021 estarán caracterizados por la volatilidad y la incertidumbre. Así es la democracia.