En 2019, 35 mil 588 mexicanas y mexicanos perdieron la vida debido a homicidios y feminicidios, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Se trata de la cifra más alta desde que existe registro y es, sin duda, un llamado de atención para redoblar los esfuerzos en la materia.
Desgraciadamente, los pronósticos para este 2020 no apuntan hacia una disminución sustantiva de la violencia.
El investigador Alejandro Hope (El Universal, 15 de enero), advierte que este año los homicidios no bajarán. Si bien reconoce que en la segunda mitad de 2019 la curva de homicidios se aplanó notablemente, a lo más que podría aspirarse para este año sería a un crecimiento cero o casi cero de este delito de alto impacto.
Sin embargo, aclara, estabilización no es caída, aún con una curva aplanada la cifra de homicidios podría ser similar a la del año anterior, lo que llevaría a la posible acumulación de más de 75 mil fallecimientos por esta causa en los dos primeros años de esta administración.
Las razones que explican este pronóstico pesimista, son diversas y complejas: la negativa a realizar ajustes a la estrategia de seguridad por parte del presidente López Obrador y la escasez de recursos a nivel estatal y municipal para avanzar en el fortalecimiento de sus cuerpos policíacos.
A ello se suma el proceso de consolidación de la Guardia Nacional (GN) que, de acuerdo con Alejandro Hope, “seguirá dependiendo no del reclutamiento de civiles, sino de la transferencia de militares”, lo que convierte a la GN en “una sucursal del Ejército”.
La GN no sólo seguirá contando con un número insuficiente de elementos de acuerdo al tamaño del problema, sino además una parte importante de ellos seguirán dedicados a perseguir y deportar indocumentados centroamericanos.
Las presiones del gobierno de EU y los compromisos adquiridos por México en materia de control de la migración ilegal para evitar sanciones comerciales por parte del vecino país, obligarán a mantener a parte de este nuevo cuerpo de seguridad en tareas para las que no fue diseñada ni está preparada.
A estos factores se suman las fallas del sistema de impartición de justicia, lo que incentiva la impunidad.
Sin duda, la intención del presidente López Obrador de atender las causas de la delincuencia y la inseguridad a través de programas sociales que benefician a los más pobres y a sectores vulnerables como los niños y los jóvenes, es correcta. Sin embargo, no debemos esperar resultados inmediatos. Los procesos de reconstrucción del tejido social son de mediano y largo plazo.
Abramos un espacio para analizar lo que sucede en Sonora.
De acuerdo con el Reporte Mensual de Incidencia Delictiva correspondiente a diciembre, que elabora el Comité Ciudadano de Seguridad Pública, en 2019 se registraron en Sonora 1,356 víctimas de homicidio doloso, lo que lo coloca a nuestro estado en el décimo lugar a nivel nacional, por arriba de entidades históricamente convulsionadas por la violencia como Sinaloa y Tamaulipas.
El incremento de este delito es de 58% con respecto a 2018, y de más del doble en contraste con 2015.
En Hermosillo ocurrieron 226 asesinatos en 2019, la cifra más alta en cinco años y dos veces superior a la registrada en 2015.
Sin lugar a dudas, el poder de fuego y la capacidad de operación de los grupos delincuenciales en territorio sonorense se han incrementado notablemente en los años recientes; sin embargo, hay algo que no estamos haciendo bien desde el gobierno y también desde la propia sociedad.
Porque más allá de que se logre una implantación exitosa de la GN y una adecuada coordinación de los tres órdenes de gobierno en materia de seguridad, hay algo que está en el ámbito de responsabilidad de los ciudadanos, de acciones que nos corresponden a nosotros como sociedad.
Y esto implica trabajar desde nuestros propios espacios: la escuela, las instituciones educativas, la familia, las empresas, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias, para construir una pedagogía que resignifique la convivencia pacífica y el valor de la vida y rechace la cultura del miedo y la violencia. Es hora de poner manos a la obra.