Esta semana se aprobó en la Cámara de Senadores —con 98 votos a favor, 22 en contra y una abstención— la reforma constitucional sobre consulta popular y revocación de mandato.
Llegar a este consenso implicó un complejo proceso de negociaciones donde quedó en evidencia la capacidad y visión de Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, para alejarse de las voces más radicales de su partido que llaman a la permanente confrontación con la oposición, y escuchar con respeto y atención al resto de las fuerzas políticas con objeto de tejer acuerdos legislativos. Aunque el resultado no resulte favorable para la democracia de nuestro país.
Quisiera presentar a mis lectores una síntesis de los pros y contras que se han expresado entre líderes y analistas, acerca de esta controvertida figura de la revocación de mandato (RM).
Quienes se oponen a este mecanismo han esgrimido los siguientes argumentos: a) los países donde existe la RM en América Latina (Venezuela, Bolivia), son precisamente aquellos que cuentan con regímenes populistas y con presidentes que en su momento contaron con un amplio apoyo legislativo que les permitió reformar la constitución para beneficiarse a sí mismos ampliando sus facultades, reeligiéndose de manera indefinida o acotando a la oposición; b) en un régimen de concentración del poder como el que actualmente se está configurando en México, esta herramienta sólo contribuye a reforzar el poder del presidente y a mantenerlo en una permanente campaña electoral.
Sigo: c) la RM se aprobó cuando un mandato sexenal ya está en marcha, lo que contraviene el espíritu de no retroactividad de la ley; d) le quita valor al mandato ciudadano expresado en las urnas puesto que todo mandatario electo entraría al cargo bajo la sombra de su posible remoción antes de cumplir su encargo, lo cual genera incertidumbre; e) es un pretexto perfecto para el conflicto, la no colaboración y la disputa permanente, “es una fabulosa inyección de inestabilidad” (José Woldenberg); f) la RM obligará a los futuros presidentes a evitar decisiones graves que a menudo exige el ejercicio del poder, por el temor de ser removidos de su cargo, y muchas veces esas “decisiones graves” son las que definen el largo plazo de un país (por ejemplo, las reformas estructurales, las reformas fiscales, etc.).
En el senado, y gracias al diálogo que hemos comentado, se modificaron muchos de los aspectos previamente aprobados por los diputados, el más importante, que la revocación de mandato no coincida con las elecciones intermedias de 2021 como pretendía originalmente López Obrador.
¿Quién puede solicitar la RM? El presidente ya no, solo el ciudadano. Se requeriría de la firma de un 3% de la lista nominal de electores (2.7 millones) para solicitar la revocación de AMLO. ¿Quién organizaría la consulta? El INE, un organismo altamente confiable para los mexicanos.
Se prohíben las campañas de propaganda en radio y televisión, tanto para los que quieran que permanezca el Presidente como para los que quieran que se vaya del poder. Aunque algunos ponen en duda que el INE pueda contener las presiones en 2022. Por otra parte, la falta de medios para sus opositores los dejaría en franca desventaja frente al poderoso aparato de comunicación y movilización con que cuentan el Ejecutivo y su gobierno.
En medio de un PAN que se opuso mayoritariamente a la iniciativa de RM, se oyó la voz de su senador por Sonora, Damián Zepeda, quien dio su voto a favor. Sin dejar de señalar sus discrepancias con el actual régimen, defendió sus argumentos: “Creo en la democracia directa; creo que el ciudadano tiene derecho a elegir con madurez quién es su gobernante y creo que con la misma madurez debe elegir si esa persona que está gobernando debe dejar de gobernar”.
Tengo la certeza que uno de los grandes errores de algunos sectores de la oposición a la 4T ha sido mantener un rechazo total, contundente, a las iniciativas de la nueva Administración, sin considerar que la correlación de fuerzas, absolutamente desfavorable frente a un presidente tan mediático y un Congreso dominado abrumadoramente por Morena y sus aliados, exige invertir toda la imaginación política para aprovechar los resquicios que se abren en medio de una avalancha de cambios vertiginosos.
Estamos frente a una oposición urgida de reinventarse, de reconstruir su imagen y su discurso frente a los ciudadanos, de recuperar la confianza en sí misma y capaz de dar la batalla desde el interior de la nueva configuración política, legislativa, legal e institucional que arrancó en julio de 2018.
Creo que Damián Zepeda, de alguna forma, nos está mostrando el camino.