El robo de combustible se ha convertido en un reto de seguridad nacional: se hurtan al año millones de barriles de gasolinas con un valor de miles de millones de pesos afectando la economía de una empresa, como Pemex, cuyas finanzas, ya de suyo, penden de un hilo muy delgado. Se ha conformado una compleja red de saqueadores que van desde funcionarios públicos y trabajadores sindicalizados, hasta autoridades locales y grupos criminales, pasando por los habitantes de las propias comunidades que se han vuelto beneficiarias del huachicoleo.
Tristemente personas en pueblos han caído también en este delito. Basta ver las imágenes que abundan en Youtube donde pobladores de todas las edades, incluso niños, se están surtiendo de huachicol en las tinas de combustible que se forman a partir del pincheo de los ductos.
Recientemente en la localidad de Santa Ana Ahuehuepan, en el municipio de Tula, Hidalgo, la población agredió a un contingente de militares que perseguían a ladrones de combustible; retuvieron a militares durante varias horas tras acusarlos de “disparar contra la población”. Ante este hecho, el Presidente López Obrador pidió a los vecinos de Santa Ana que no se mancharan las manos de sangre.
Han ocurrido enfrentamientos donde los huachicoleros utilizan a civiles como escudo humano, y estos se prestan para proteger a los delincuentes, conscientes de que el saqueo de gasolina constituye una fuente de recursos que no podrían obtener de ninguna otra actividad legal.
La estrategia del gobierno para combatir el problema ha sido cerrar los ductos con las consecuencias que ya conocemos: escasez de combustible que se ha vuelto crítica en 11 estados, irritación de los gobernadores y los organismos empresariales que reportan ya fuertes pérdidas para la planta productiva, una clara oposición de expertos e investigadores, un sentimiento de agravio en los propietarios de automóviles que tienen que hacer filas, a veces de días enteros, para conseguir combustible.
A pesar de todo lo anterior, las encuestas parecen indicar que la mayoría de los mexicanos apoyan las acciones que instrumenta el gobierno federal. Aunque la opinión varía de acuerdo con la fuente, el rango de aprobación es muy alto: 72% De las Heras Demotecnia; 62% periódico Reforma; 89% El Financiero; 77% Gabinete de Comunicación Estratégica. Consulta Mitosfky identifica un consenso de 57% a las acciones oficiales, pero incluye un interesante ejercicio para segmentar la opinión por preferencia política.
Ante la pregunta sobre qué tanto le han afectado los problemas de abasto de gasolina, 64% de los encuestados pro AMLO señalan que no tuvieron ninguna afectación, contra sólo 20% de los que votaron por otros candidatos. 97% de los encuestados pro AMLO están convencidos de las explicaciones del gobierno, mientras que 89% de los que no votaron por él se expresan en contra.
AMLO ha desplegado una campaña que lo ha llevado a fortalecer la aprobación de sus votantes duros, pero no puede cerrar los ojos a que existe una fuerte polarización (como lo revela el estudio de Mitofsky).
Algunos analistas destacan que no ha habido un solo hecho de violencia durante la implementación de la estrategia. Pero ¿no es acaso atribución del Estado utilizar la violencia institucionalizada?, me refiero al uso de la fuerza pública para neutralizar, detener y procesar a los integrantes de las bandas delictivas que se benefician de esta actividad, que agreden a las fuerzas del orden, que controlan por medio de la violencia armada amplios territorios y comunidades enteras. No hay un solo huachicolero que haya sido presentado todavía ante la justicia.
Los delincuentes y, por desgracia, las poblaciones que se benefician también de esta actividad ilícita, están esperando sentados a que el gobierno abra nuevamente los ductos, porque no hay manera de normalizar el abasto en el corto plazo con el uso de transporte terrestre, ojalá me equivoque.
Hay que evitar la polarización a toda costa. Lo urgente es recuperar la cohesión de la sociedad y cerrar las fracturas generadas en la lucha por el poder.
Las campañas políticas ya terminaron y es hora de gobernar juntos al Presidente y para todos los mexicanos, y eso implica escuchar a los otros y promover la unidad. De otra forma, la polarización se puede transformar en confrontación lo que cual sería muy peligroso para el país.