(E)lecciones 2017: balance al 2018
Con las coordenadas con las que vamos hacia el 2018 el panorama no parece alentador.
Concluyó el proceso electoral 2017. Es hora de hacer un balance crítico para identificar cuáles son los pendientes, así como los focos rojos que tendremos que vigilar hacia el proceso presidencial del próximo año.
- Más allá de los resultados, perdimos los ciudadanos, perdió la institucionalidad democrática, perdió la legitimidad. Estamos muy lejos de cualquier posibilidad de transformar a la política, no en vía de acceso hacia el poder y los privilegios, sino en herramienta para construir soluciones efectivas a los dilemas del espacio público, en auténtica representación del interés ciudadano. Hemos envilecido la política al despojarla de toda nobleza, ética y transparencia. La política se distancia cada vez más del tejido social. No hubo propuestas, no prevaleció el interés común.
- La gravedad de las impugnaciones en varias entidades (principalmente el Estado de México y Coahuila, donde incluso se demanda la nulidad de la elección para gobernador), demuestra que el caro y complejo sistema electoral que hemos creado, tiene importantes huecos de operatividad y legitimidad. Resulta apresurado afirmar, como lo ha hecho el Presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, que este organismo “hizo muy bien su trabajo” y que “no hay visos de fraude”, cuando vamos en ruta acelerada hacia la judicialización de los comicios y la protesta política sube cada vez más de tono. Independientemente de la eficacia de los sistemas de conteo de votos, los candidatos mostraron escaso respeto hacia la institucionalidad al proclamarse ganadores sin contar con evidencias. Esa actitud genera confusión y mina, aún más, la credibilidad social en los procesos electorales.
- En el caso del Estado de México nos enfrentamos a las más añejas prácticas del PRI: compra masiva de votos, uso de estructuras y programas gubernamentales para forjar clientelas electorales, una costosísima campaña al amparo del dinero público (el periodista Raymundo Rivapalacio habla de 31,000 millones de pesos). Si tomamos como cierta esta cifra, cada uno de los votos que obtuvo Alfredo del Mazo (un millón 955 mil) costó casi 16,000 pesos. Desde Los Pinos se conformó un poderoso aparato político integrado por diversos Secretarios para empujar a Del Mazo. A pesar de ello y del enorme flujo de recursos gubernamentales, el PRI tuvo una pérdida neta de un millón de votos comparada con la elección de Eruviel Ávila de 2011, y Del Mazo apenas logró imponerse a la candidata de Morena, Delfina Gómez, por una diferencia de tres puntos porcentuales. No ganó Del Mazo, ganó el aparato con todos sus abusos y vicios.
- De acuerdo con datos del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), el promedio de participación en los comicios para gobernador de 1999, 2005 y 2011, fue de 45% y esta vez alcanzó un nivel de 52%. No hay nada que celebrar porque esta mayor concurrencia de los electores a las urnas, no obedece a un mayor entusiasmo cívico. Fue producto de un inmenso operativo de acarreo y del intercambio de votos por apoyos sociales, a cargo del PRI y sus aliados. Se trató de un voto mercantilizado, inducido. Los electores han sido despojados de su capacidad para decidir con autonomía a sus representantes populares. El voto se compra y se vende; ha perdido sentido como instrumento para el ejercicio de la ciudadanía. Y sin ciudadanos libres, informados, comprometidos y participativos, será muy difícil consolidar los avances democráticos y crearle contrapesos a la partidocracia.
- Este proceso vino a confirmar que las alianzas funcionan. La coalición PAN-PRD ganó cómodamente en Nayarit; el PRI se hizo de la gubernatura mexiquense gracias a los más de 220 mil votos que le aportaron el Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social. La aritmética indica que una coalición PRD-PAN hubiera podido pelear la gubernatura, sin embargo la miopía de las tribus del partido del sol azteca canceló esta posibilidad. Una unión de las izquierdas en 2018 tendría prácticamente el triunfo en la bolsa, considerando el nivel de intención del voto que trae López Obrador (hasta 35% en algunas encuestas) más lo que podría agregar Miguel Ángel Mancera con un nada desdeñable 8-10%. Un escenario que veo francamente difícil en vista de la intolerancia del dueño de Morena que no entiende que la pulverización de las izquierdas beneficia al PRI.
- Los partidos mostraron sus limitaciones. El PRI fue más de lo mismo; Morena se descarriló al final debido a los errores de su líder nacional que mostró de nueva cuenta su carácter rijoso y autoritario; el PAN tuvo un retroceso importante después de los extraordinarios logros de 2016, una gran oportunidad para que este partido revise a fondo sus estrategias, ofertas políticas, liderazgos y candidatos.
Estas son las coordenadas con las que vamos hacia el 2018. Como verán, queridos lectores, el panorama no parece alentador.