En Hermosillo, el tema del agua ha sido tradicionalmente visto desde una lógica de escasez. Sin embargo, un análisis reciente de indicadores clave del sistema de agua potable entre 2021 y 2024, realizado por el investigador Nicolás Pineda de El Colegio de Sonora, permite replantear el enfoque: más que un problema de falta de agua, lo que enfrentamos son desafíos de gestión, eficiencia y sostenibilidad.

Uno de los datos más relevantes es el volumen de agua que se consume diariamente en la ciudad: en 2024, el promedio fue de 413 litros por habitante al día. Esta cifra está muy por encima del estándar recomendado de 200 litros, e incluso de lo observado en ciudades consideradas modelos de eficiencia como León o Monterrey. Esta situación representa, más que un exceso, una oportunidad. Tener disponibilidad de agua permite pensar en cómo usarla mejor, cómo reducir pérdidas y cómo garantizar que cada litro cuente.

En este sentido, uno de los principales retos es la medición. A pesar de algunos avances, en 2024 apenas poco más de la mitad de las tomas urbanas contaba con un medidor que funcionara correctamente. Esto limita la capacidad del organismo operador para conocer con precisión el consumo, aplicar tarifas justas y detectar anomalías. La ampliación de la micromedición, así como la sustitución de medidores obsoletos, se presenta como una palanca fundamental para mejorar la gestión del agua en la ciudad.

La eficiencia física del sistema —es decir, el porcentaje de agua que se factura respecto a la que se inyecta al sistema— también refleja un área de oportunidad importante. En Hermosillo, este indicador fue de 43.6% en 2024, lo que significa que más de la mitad del agua extraída no se cobra. Esta situación puede atenderse mediante acciones como la sectorización hidráulica, la detección oportuna de fugas y la modernización de la infraestructura de distribución. Otras ciudades han logrado eficiencias superiores al 70%, lo que demuestra que es un objetivo alcanzable con la estrategia adecuada.

En contraste, la eficiencia comercial de Agua de Hermosillo es un aspecto destacable. La ciudadanía ha mostrado una buena disposición al pago: en 2024, el 90.4% del volumen facturado fue efectivamente recaudado. Esta base sólida es un activo que puede aprovecharse para impulsar esquemas tarifarios progresivos, estímulos al ahorro y mecanismos de apoyo para quienes más lo necesitan.

No obstante, los números también revelan un desafío financiero: aunque los ingresos propios han aumentado, el organismo ha operado con déficit durante los últimos años. Corregir este desequilibrio requerirá una combinación de medidas, entre ellas el fortalecimiento de la eficiencia operativa, la recuperación de cartera vencida, una eventual revisión de tarifas y el acceso a subsidios o apoyos que estén claramente orientados a resultados.

Lo que muestran estos datos no es una crisis inmediata, sino una serie de retos estructurales que deben ser atendidos con visión de largo plazo. Hermosillo tiene la capacidad, el talento técnico y una base social dispuesta a participar. La ciudad no parte de cero, pero sí necesita acelerar su transición hacia un modelo de gestión hídrica más eficiente, más justo y más sostenible.

Invertir en medición, reducir las pérdidas, fortalecer las finanzas del organismo y fomentar una cultura del agua entre la ciudadanía no solo son tareas urgentes, sino también posibles. Lo que se requiere es decisión, transparencia y una ruta clara de acción. Hermosillo puede —y debe— liderar en la transformación del manejo del agua en el noroeste del país. Tiene los datos, tiene los desafíos y, sobre todo, tiene la oportunidad.

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