
En sus primeros 100 días del segundo mandato, Donald Trump ha dejado claro que su fórmula sigue intacta: velocidad extrema, promesas cumplidas a su base y una confrontación abierta con quienes cuestionan su visión de “Estados Unidos Primero”. Desde el 20 de enero de 2025, Trump ha firmado más de 130 órdenes ejecutivas —un ritmo sin precedentes—, que evidencian su apuesta por gobernar por decreto antes que por consenso.
El presidente norteamericano reinstaló el programa Quédate en México, congeló el reasentamiento de refugiados y eliminó permisos especiales para migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Envió además 1,500 soldados a la con México y propuso declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas —una medida que podría tener implicaciones profundas en la relación bilateral con México y abriría la puerta a operaciones militares estadounidenses extraterritoriales. No hay matices: la política migratoria de Trump en esta etapa es aún más restrictiva que en su primer mandato.
Trump impuso nuevos aranceles a países que considera “injustos” en sus prácticas comerciales y creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk, con la misión explícita de desmantelar agencias y recortar regulaciones federales.
Aunque la inflación anual se ubicó en 3% en enero, su popularidad económica ya muestra signos de desgaste: el 55% de los estadounidenses expresa preocupación por su manejo de la economía (Pew Research Center, abril 2025).
Con el retiro inmediato del Acuerdo de París y la eliminación de normativas ambientales de la era Biden, Trump dejó claro que para su gobierno no existe la urgencia climática. Bajo el lema “perforar, nene, perforar”, ha impulsado una expansión agresiva de la extracción petrolera, particularmente en Alaska, ignorando advertencias ambientales y compromisos internacionales.
En el frente internacional, buscó imponer un cese al fuego en Ucrania, pero propuso abiertamente no devolver a Kiev las fronteras anteriores a 2014, lo que fue visto como una concesión abierta a Rusia. Además, retiró a EE. UU. de la Organización Mundial de la Salud y amenazó con sancionar a la Corte Penal Internacional, confirmando su desprecio hacia las instituciones multilaterales.
Quizá el gesto más alarmante de estos 100 días fue el otorgamiento de perdones a individuos involucrados en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Esta decisión, aplaudida por sus bases, es percibida por observadores nacionales e internacionales como una normalización de la violencia política.
Según el Pew Research Center (abril 2025), solo el 40% de los estadounidenses aprueba a Trump, una cifra baja comparada con otros presidentes en sus primeros 100 días. Los republicanos lo apoyan al 90%, pero solo el 4% de los demócratas y el 37% de los independientes están de acuerdo. Su manejo económico preocupa al 55%, con la inflación en 3% en enero de 2025.
Trump ha demostrado que sabe actuar rápido, pero no necesariamente construir consensos. La apuesta es de alto riesgo: un gobierno basado en órdenes ejecutivas, sin contrapesos efectivos y apoyado en una minoría intensamente leal, pero aislado de la mayoría moderada del país. Los próximos meses no definirán solo su legado: pondrán a prueba la resistencia institucional de la democracia estadounidense.