Durante décadas, la idea del “trabajo duro” en México se asoció con sacrificar el descanso. Sin embargo, el panorama está cambiando. Al igual que en muchas partes del mundo, los mexicanos están comenzando a reconocer la importancia de un buen sueño para la salud física y mental. Este cambio ha abierto el mercado para productos y tecnologías que prometen mejorar la calidad del descanso, desde colchones inteligentes hasta suplementos y dispositivos portátiles.

A nivel mundial, se estima que alrededor de un 40% de la población tiene problemas relacionados con el sueño, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En comparación, en México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2020 reveló que más del 30% de los mexicanos tienen dificultades para dormir adecuadamente, y un 45% reporta dormir menos de las 7 horas recomendadas por noche.

En países como Japón y Corea del Sur, donde la cultura del trabajo extremo está profundamente arraigada, las tasas de falta de sueño son aún más alarmantes. En Japón, por ejemplo, más del 50% de los trabajadores duermen menos de seis horas por noche, lo que ha dado lugar a fenómenos como el “inemuri” (dormir en cualquier lugar). En contraste, en países europeos como Francia y España, donde la cultura del descanso está más valorada, las tasas de falta de sueño son menores, con un promedio de 7 a 8 horas de sueño por noche.

El mercado global de productos para el sueño ha crecido exponencialmente en los últimos años, alcanzando un valor estimado de más de 80 mil millones de dólares en 2023. Los principales actores de este mercado incluyen Estados Unidos, China y Japón, donde los dispositivos portátiles, las aplicaciones móviles y los productos naturales para mejorar el sueño se han popularizado enormemente.

En México, aunque el mercado es más pequeño, la demanda de productos como suplementos de melatonina, colchones con tecnología de enfriamiento y dispositivos que monitorean la calidad del sueño también ha crecido rápidamente. Según datos de Euromonitor, el sector mexicano de productos para el sueño ha experimentado un crecimiento anual del 15% desde 2018, impulsado principalmente por la creciente clase media que busca soluciones para lidiar con el estrés y mejorar su calidad de vida.

A nivel mundial, los expertos coinciden en que, aunque los productos tecnológicos pueden ofrecer soluciones a corto plazo, los hábitos saludables siguen siendo la clave para una buena calidad de sueño. En países como Finlandia y Suecia, que consistentemente lideran los rankings globales de bienestar, los ciudadanos priorizan rutinas simples como la exposición a la luz natural, la reducción de estímulos digitales antes de acostarse y la práctica regular de ejercicio físico.

En México, con su diversidad climática y cultural, algunos de estos hábitos pueden adaptarse. Los especialistas recomiendan mantener una rutina de sueño constante, limitar el consumo de cafeína (particularmente desafiante en un país con una rica tradición cafetera), y ajustar la temperatura del cuarto entre 18 y 20 grados centígrados para favorecer el descanso.

A nivel global, el fenómeno de la “ortosomnia” ha sido documentado en países con altos niveles de consumo tecnológico, como Estados Unidos y Reino Unido. Este término describe cómo la búsqueda de un sueño perfecto, monitoreado a través de dispositivos portátiles, puede terminar por generar más ansiedad y, en última instancia, empeorar la calidad del sueño. En México, aunque este fenómeno aún no está tan extendido, la creciente popularidad de productos y tendencias virales, como los “cócteles para dormir” en redes sociales, podría llevar a una situación similar si no se promueven soluciones basadas en evidencia científica.

 El sueño es una necesidad biológica universal, pero las formas en que las sociedades alrededor del mundo lo manejan varían enormemente. En México, al igual que en otros países, la clave está en encontrar un equilibrio entre las innovaciones tecnológicas y los hábitos saludables. A medida que la industria del sueño continúa creciendo, es fundamental que los mexicanos tengan acceso a información basada en la ciencia, para evitar caer en el consumismo y las soluciones rápidas que prometen mucho pero ofrecen poco.